Belleza, la dichosa depilación

Cuando exclamas “¡Y yo con estos pelos!” y no es precisamente el tinte lo que tienes que revisarte, mal vamos. Y me juego lo que quieras a que, ahora que el buen tiempo ha llegado para quedarse  –o eso parece–, lo vas a pronunciar más de un día.

Lo has adivinado: se trata del maravilloso momento en el que tus piernas, blancas y no radiantes, sino varicosas, ven la luz del sol y, ¡oh, horror!, te percatas de que tienes más pelos que el gorila de Melody.

Llegados a este punto, tienes varias opciones:

  1. Olvidarte del vello corporal, liarte las bandas depilatorias a la cabeza y decirle a gritos a la sociedad que a ti lo que te mola es el rollo natural. Esta alternativa puede parecer muy underground –y dicen que a las francesas, emblema de belleza y seducción, les ponía eso de lucir melenas axilares–, pero cuando empieces a sudar y los pelos cojan sustancia y parezcas el clon de Camacho y la gente te rehúya en el metro, quizá comiences a arrepentirte de tu decisión.
  2. depil04Hacer de tripas corazón, calentar cera y hacerte el harakiri a base de tirones. Es ésta una opción de notable bagaje histórico –vamos, que seguro que recuerdas a tu madre con los pegotones de cera puestos mientras la esteticista la embadurnaba para después tirar de los mazacotes, con cara de sádica incluida–, pero, aunque no lo creas, la teoría de la evolución no se hizo para la cera depilatoria. Mira que han inventado cera con olor a chocolate, a mora o a frambuesa, cera que se calienta en el microondas, cera que se disuelve en el agua, cera fría, cera templada, cera calentita… y todo para (casi) nada: siempre terminas con alguna porción de piel pegajosa y el dolor de los tirones sigue estando asegurado.
  3. Comprarte una máquina depiladora eléctrica. Si lo intentas, ármate de paciencia: necesitarás una mañana entera para decidirte entre las múltiples opciones que pone el mercado al alcance de tu mano y, una vez tengas el aparatito en casa, ve pidiendo hora en el fisioterapeuta: te retorcerás tanto el cuello para buscar los pelos de la parte posterior del muslo que, no lo dudes, terminarás con contractura.
  4. depil5Apostar por lo definitivo y hacerte con un bono de depilación láser o fotodepilación. En tal caso, te recomendaría que volvieras a planteártelo cuando termine el verano, porque te pasarás los meses de calor con las piernecitas tapadas y sin poder tomar el sol. Sí, sí: si te haces el láser, olvídate de broncearte y de todos aquellos elementos que puedan resultar agresivos para la piel. Y digo yo que si el objetivo de depilarse es poder lucir las carnes, ¿de qué le sirve a una tener las pantorrillas como el culito de un bebé, si ha de llevarlas tapadas?
  5. depil02Robarle la cuchilla a tu chico y afeitarte sin miramientos. Ésta es la opción más rápida y menos dolorosa –siempre y cuando lo hagas con cuidado y no te lleves los pelos con trozos de carne incluidos–, pero también la menos duradera. Vamos, que a los cuatro o cinco días, olvídate de restregones, porque serás un auténtico erizo para quien se te ponga a tiro.
  6. depil03Embadurnarte de crema depilatoria… que dura lo mismo que la cuchilla pero te hace perder más tiempo y bastante más dinero (haz cuentas: con un paquete de maquinillas tienes para unas cuantas sesiones depilatorias, mientras que un botecito de crema, que cuesta doble o triple, sólo te da para dos o tres pasadas).

Y si pensabas que después de este repaso te iba a aconsejar algo, lamento decepcionarte: todas las opciones me parecen igual de ingratas. Eso sí, por alguna hay que decidirse –y no precisamente por la primera–, porque siempre puede suceder que el maromo de turno esté más depilado que tú y tengas que terminar haciéndote un tratamiento, pero no antipelos, sino anticrisis de autoestima.

Por NOELIA JIMÉNEZ