Maby Dick, la ballena blanca

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No es un error tipográfico. He escrito Maby y no Moby. Y es que esa es la imagen que me viene a la cabeza hoy, que me he quedado desnuda delante del espejo del baño, en la habitación del hotel, mi primer día de vacaciones.

ADVERTIMOS A LAS/OS LECTORAS/ES que a continuación vamos a emplear un lenguaje un tanto subido de tono y con multitud de palabras malsonantes…

Con razón no me quedaba bien ningún biquini que me probaba. Me subí a la báscula (nota: es un 5 estrellas, deberíais quitarla, mamones, por el bienestar de los clientes), y ahí estaba, en letras bien grandotas, 56 kilos. Hostia puta. Era consciente de que estaba un poco más jamona, pero no que había pillado 4 kilos.

Ya sé, ya sé, me diréis que 4 kgs no son nada. Pues sí, lo son. A la Giselle o cualquier jaca que mide de 1’80 para arriba, 4 kgs no le suponen mucho. Pero yo soy un tapón de 1’57, mi peso anda siempre entre los 52/53 kilos, tengo muchas curvas, y 4 kilos más son la muerte.

Se me han puesto buenas tetas, sí, pero no compensa este desparrame de cintura para abajo, que, joder, qué mal que se distribuyen los cabrones.

Y es mi puta culpa, sin duda. Soy enemiga declarada del gimnasio y las dietas. No me perdono una cerveza (ni dos ni tres), ni una buena comida, ni una pizza si se tercian. Lo he visto venir y no lo he evitado.

Hace poco estuve en una barbacoa con amigos y, casualmente, yo era la única mujer. Llegado cierto punto de calor sofocante, me decidí a desprenderme del vestido, quedarme en biquini y meterme en el agua. Se hizo un extraño silencio a mi alrededor. Lo achaqué a que:

1) era la única tía
2) mis amigos nunca me han visto en biquini
3) el personal estaba pedo
4) … volver al punto 1.

Ahora, en la distancia, sospecho que el enmudecimiento general se produjo ante el avistamiento de un cetáceo albino (o sea, yo), que es un hecho tan poco usual como asombroso, como para dejar mudo a cualquiera.

Afortunadamente, en el hotel ahora estoy rodeada de ballenas blancas de mayor tonelaje que el mío (nota: gracias, Inglaterra, por tu dieta antisaludable), así que no destaco especialmente.

No pienso joderme las vacaciones bebiendo agüita y comiendo lechuga sin aliñar, pero prometo plantearme (de nuevo) mi negativa al deporte, mi dieta(*), y el cero tiempo que le dedico a echarme cremas y cuidarme. Porque el principio de la belleza no está en la talla 36, sino en mirarse al espejo y gustarse a una misma ¿no?

Y es que, nenas, si a partir de ahora voy a ser una ballena, quiero ser una ballena con las carnes prietas.

Mabi Barbas, la jefa

(*) Al Dukan que le f…. de mi parte. Hay que comer sano Y DE TODO. ¡Qué es eso de no comer fruta e hincharse sólo a proteínas, hombre!