Una nueva vuelta de tuerca

Un planteamiento de los Situacionistas, corriente filosófica que replanteaba desde los años 50 las relaciones personales como sistemas de intercambio de mercancías, proponía que no se puede usar medios alienados para combatir a un sistema que utiliza la alienación,  pues el propio sistema absorbe cualquier acción de este estilo que realicemos y la vende como mercancía.

Los artistas buscaban por entonces maneras alternativas de realizar obras fuera de los espacios habituales dedicados al Arte  – escapar de una ortodoxia es lógico y necesario en todo proceso creativo, y en este caso, también como acción de reforma política. Pero lo que parecían ser acciones muy coherentes con alta carga política, se convirtieron en armas de doble filo.

Como planteamos en el anterior artículo (titulado Grandes Conceptos, Espacios Vacíos e Intereses Espúrios), muchos que critican al sistema conservando sus criterios formales están nutriéndose de él.

santiago_sierraAsí, la reciente negativa de Santiago Sierra a recibir el Premio Nacional de las Artes, y las acciones similares de otros artistas que le precedieron,  nos provocan serias dudas sobre su verdadero significado. Sierra critica el amiguismo del sistema del arte y a un estado que justifica guerras y reduce los derechos y conquistas sociales de sus ciudadanos.

Independientemente de la obvia libertad de acción de cada uno,  estas acciones nos hacen pensar cuándo y cómo un artista debe ser coherente con el signo político de su obra, es decir, consigo mismo.

Si se critica a un sistema porque manipula y utiliza a los artistas y a sus obras con fines políticos o de consumo, ¿se debe participar en bienales o en exposiciones en galerías? ¿y en exposiciones institucionales? cuando el trabajo artístico se revaloriza por la especulación, ¿no se está participando activamente del sistema? ¿no debe ser la trayectoria, en cada uno de sus actos, totalmente coherente?

Si no se es coherente, a cualquier obra de denuncia política se le puede dar la vuelta y usarse para cualquier otra cosa, incluso en favor de lo que denunciaba. Cabe preguntarse ¿hasta qué punto un artista es consciente de esto para convertirlo en una retorcida estrategia de publicidad?

santiago-sierra

 

imagesEs llamativo tanto el gesto de Sierra como las reacciones de mucha gente aplaudiéndolo: se percibe un desacuerdo total con la forma de gestión de las entidades públicas en materia política, no sólo artística. No es nada nuevo.

En una primera lectura, no querer participar en un sistema que nos resulta manipulador y engañoso, vincularnos a un estado que esconde la injusticia o justifica guerras de agresión y daños a otros seres humanos es muy comprensible.

Pero, ¿es esta la forma de denunciar a un sistema injusto?

La identificación de instituciones o estado con sus gestores es un error constante.

Ambos se sustentan con el dinero de todos. Las personas que ocupan estos cargos lo hacen por un espacio de tiempo limitado y es necesario recordarles constantemente que no les pertenecen.

A ellos, la participación del ciudadano no les viene bien, por eso hacen cada vez más complicado a los ciudadanos controlarles.

Los ciudadanos son condicionados para no participar en la política, mediante alienación, hedonismo, pereza y hastío frente a la corrupción o con la excusa de la tecnocracia (dejemos a «los expertos» que gestionen…) La institución pública incluso desvirtúa su propio trabajo y lo denosta para favorecer intereses privados.
No participar es dejarles quedarse con algo que no les pertenece.

Sin embargo, a menudo los ciudadanos dicen no participar de las instituciones públicas porque no están de acuerdo con la gestión que se hace de ellas, lo que no tiene ningún sentido.

Las instituciones artísticas en España actúan del mismo modo que las de otros ámbitos: evitando y excluyendo todo lo posible la participación ciudadana. Gestionadas de manera opaca, la elección de los proyectos se basa en círculos de influencia, consejeros – gente de confianza, que dicen ellos– y para colmo, generalmente no tanto en  las cualidades del  trabajo.

Pero el problema es el día a día. Los artistas dicen no estar de acuerdo en la gestión de las instituciones públicas de arte, pero no actúan para controlarlas por un motivo distinto: molestar al político elimina la posibilidad (incluso remota) de entrar en sus círculos de influencia. Es decir, una mentalidad oportunista y del caciquismo de los peores años de una dictadura.

Ahora, esta nueva vuelta de tuerca permite no estar de acuerdo sin hacer nada al respecto, e incluso obtener beneficios de ello.

Sería más coherente, además de sano y útil para todos, antes que hacer grandes gestos, controlar en el día a día para que los gestores políticos en instituciones (en el caso de las artísticas, desde centros culturales hasta museos) no acaben acostumbrándose a hacer su coto privado de algo que pagamos todos.

Berta Delgado y David Aladro-Vico
LRM Performance