La Taberna de Marisa

Muchas veces surge esa ocasión en la que las reuniones de buenos amigos pasan de ser de más de 15 personas. Si esa reunión es en Valencia capital un sábado por la noche y no has reservado con antelación en un restaurante decente (que en Valencia hay muchos), estás perdido si quieres cenar en condiciones. El caso que os planteo es el de los menús de grupo que se negocian con ciertos restaurantes que, aprovechando que eres turista, no tienen escrúpulo ni vergüenza para tomarte el pelo. Éste es el caso de La Taberna de Marisa, en el colorido barrio de El Carmen, en pleno corazón de la hirviente Valencia. Un antro VERGONZOSO, y lo resalto así en mayúsculas, para que quede bien claro.

La estrategia de la señora que regenta esta tascucha de mala muerte y con pretensiones chic de segunda regional, es la de replegar su armada de sirvientas mercenarias por la calle Caballeros para captar a ignorantes (como por lo visto he sido yo). Esas mismas camareras, son las que se encargarán de sentarte, acomodarte, servirte, cobrarte y todo aquello que la susodicha les pida. Tras negociar un menú cerrado para 17 personas, con precio cerrado y en el que se incluían cierto número de bebidas (una por comensal y dos botellas de vino tamaño Premium para todos a repartir) comienza el festín de la frugalidad. Por 17 euros puedes disfrutar de una variada degustación compuesta por: Una croqueta, un puñadito de canónigos en ensalada, un par de cucharadas de habitas de lata (que estaban bien amargas), media lasaña de verduras del tamaño de una rodaja de berenjena, tres minitrozos de chistorra más o menos aceptable, una tapa de regalo consistente en una loncha de jamon york de charcutería y todo ello regado por una bebida y un par de botellas de un vino valenciano (que ahí si decimos que estaba bueno) tamaño Premium. Los cafés te los cobran aparte, entre 2.50 y 3 euros ni más ni menos. Lo más curioso es que a la hora de cobrar cambia el cuento y te quiere cobrar no por las bebidas que se habían pactado, porque donde dije Digo digo Diego. Y a todo esto, la tal Marisa en la cocina negándose a dar la cara.

Del resto de la carta, a precios bastante más que elevados, no diré nada porque no merece siquiera mención ni aquí en Antonia ni, espero, en ninguna publicación. Para colmo, al ver que no te puede engañar, le da permiso a su mercenaria para que nos invite a un chupito que, evidentemente, no tomamos. Y como no me quiero extender, sólo os diré que cuando estéis paseando por Valencia por la calle Caballeros estéis atentos para poder pasar de largo de semejante nido de vampiros. A mí no me gusta que me estafen, y menos cuando tengo hambre un sábado por la noche

VALORACIÓN

No merece la pena ni puntuarlo

 

Zäpp Amezcua