O Château, cata de vinos, París

Entre las sorpresas del viaje, mi chico había reservado plaza para una cata privada en O Château, un lugar reconocido en múltiples guías por sus vinos y sus cursos. Una cata maridada con quesos y algún embutido de Francia. A cada vino le correspondía un tipo de queso, y mientras Remy te instruía sobre la enorme variedad de terroirs, apellations y demás, tú le dabas un trago al dedín de vino que te había servido y un bocado al queso o al embutido que te decía que era el más apropiado para él.

El mejor cocinero de Francia se llama Remy, la rata chef de Rattatouille, y Remy se llamaba nuestro profesor de cata de vinos en O Château. No voy a decir que sea el mejor profe de cata que he tenido nunca, pero era divertido, y eso ya es un punto.

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Desde las 5:30 de la mañana que estaba en planta, hasta las 12:15 que empezó nuestro cita con Remy y los vinos franceses, llevaba en el cuerpo escasamente dos cafés, es decir, tenía un hambre voraz, y no de conocimiento enológico precisamente.

No soy ni mucho menos una entendida en vinos. Tengo cierta habilidad, o instinto, como queráis llamarle, para escoger vinos buenos o bastante decentes. He probado muchos, y me he atrevido a probar ciertas denominaciones que, lo siento, tengo en mi lista negra. No soy una experta catadora, pero no tengo mala nariz.

La misma uva no da el mismo sabor en una tierra que en otra, aquí, en Francia, y en todas partes. La vid se alimenta de los minerales que componen la tierra donde están sus raíces, y parte de su sabor viene de ahí, no sólo del sol o del clima de su latitud.

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Esto y muchos otros matices intentó explicarnos Remy en su charla, que fue muy divertida, salpicada de montones de anécdotas sobre la infinidad de bodegas que había en Francia, en comparación con España, Chile, Australia, Sudáfrica o Estados Unidos (y sus vinos californianos). Nos decía: «si te gusta el vino que estás tomando, apresúrate a hacerle una foto a la etiqueta, porque es posible que no lo encuentres nunca más».

VINOS DE LA CATA (por orden):
1) Champagne – Montmarthe Secret de Famille: BUENÍSIMO. Hasta a mi chico, que detesta el champagne, le entusiasmó.
2) Blanco – Domaine de la Garenne (Loire, Sancerre): un blanco ligero, un poco seco. Parecido al rioja Diamante.
3) Blanco – Domaine Venot (Bourgogne, Côte Chalonnaise): un poco más denso, y ácido. No nos gustó demasiado.
4) Tinto – Château Tauzinat l’Hermitage (Bordeaux, St. Emilion Gran Cru): muy rico. Entre Rioja y Ribera, ni uno ni otro, pero buenísimo.
5) Tinto – Domaine Grand Veneur (Rhône, Côtes du Rhône): más duro que el anterior, pero también estaba muy bueno.

¿Por qué me he tomado la molestia de hacer la lista de todos los vinos que probamos? Pues por si vais a O Château. Nosotros fuimos a hacer una cata en un salón privado, pero es un bar de vinos, y como tal podéis ir y pediros vuestra copita. Si tenéis una referencia, mejor que mejor.

CURSO DE CATA: 75 euros por persona. 1 champagne + 4 vinos + quesos y vinos franceses.
CALIFICACIÓN: me parecieron un poco escasos tanto la cantidad de vino servido (en una cata lo habitual, porque es probar, no emborracharte) como la comida. Para otra hora sería perfecto, pero a la hora de comer… Yo me hubiera comido una vaca rellena de pajaritos en ese momento, pero estuvo bien. Los vinos estaban buenísimos y el cursito no fue nada aburrido.

O Château
68, rue Jean-Jacques Rousseau
Métro Louvre -Rivoli (linea 1) o Etienne Marcel (linea 4).
A 6 minutos andando desde el Louvre.

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