Los hombres de mi almohada, en primicia para Antonia Magazine

Queridas antonias. Tenemos el INMENSO HONOR de ofreceros en exclusiva (sí, en EXCLUSIVA, porque sale a la venta el día 14 de noviembre) un capítulo del libro «Los hombres de mi almohada», que se presentará el próximo día 23 en la FNAC de Nuevos Ministerios de Madrid, y allí estará ANTONIA MAGAZINE, para apoyar a una de nuestras colaboradoras más preciadas.

Para que veáis. En esta casa se os quiere. Y Noelia Jiménez, cuya sección en el ANTONIA «Con lorzas y a lo loco», os quiere cumplimentar de este modo, para que lo leáis antes que nadie.

Pero esto no acaba aquí, REGALAMOS UN EJEMPLAR DE «Los hombres de mi almohada» a sortear entre las lectoras/lectores que sean fans de Los hombres de mi almohada en Facebook y que dejen un mensaje aquí o en su muro diciendo qué es lo que más odian/aman del hombre de su almohada. VAMOS, antonias, APROVECHAD Y DE PASO DESFOGÁIS. Podéis participar hasta el 23 de noviembre

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EL HOMBRE GASEOSA

Parece transparente. Se destapa y, de momento, tiene gas.

Sube, y sube, y sube. Si no tienes cuidado, quizá hasta sesalga de la botella, tanta es su energía inicial. En ocasiones,puede llegar a hacerte creer que es, incluso, chispeante. Esos primeros instantes los vive en su propia burbuja y te lleva a ella sin pedirte siquiera permiso. Te arrastra con ese torrente carbónico suyo que hasta parece natural.

Sin embargo, de pronto, sin venir a cuento, se desinfla. Las burbujas se van por donde vinieron, la botella se queda vacía y el líquido que había dentro, lejos de seguir siendo transparente, se va enturbiando como por encantamiento.

El mismo encantamiento que parecía tener este hombre gaseosa, la última de mis adquisiciones en este mercado de cenutrios del que soy, sin quererlo, clienta preferente.

El calificativo me lo sugirió Carmen —antigua amiga que nunca lo fue— una noche de rímel corrido, confesiones hiposas y desconcierto hormonal. Yo buscaba una explicación al parón de sus otrora insistentes llamadas, que le hicieron agobiarse solo, y ella solo me respondió: «Nena, no busques razón alguna: este niño está en el pasillo de los hombres gaseosa: mucho ímpetu al principio, pero poca duración.»

Qué explicación tan sencilla y, al mismo tiempo, tan contundente.

Primera conclusión: quién me manda a mí asomar la nariz por la sección de bebidas carbónicas si padezco de flatulencias.

Es oler una cocacola y me paso dos semanas con vientre de cuatro meses. En el curro me ven mirarme la tripita —yo suelo llamarla «lorza», pero aquí lo omitiré porque queda poco fino— y más de una me pone mirada cómplice y me suelta eso de «¿Para cuándo?». Para nunca, maldita pécora.

Una infusión de regaliz, un masajito haciendo círculos sobre el michelín de aire y a otra cosa, mariposa. Mi tripa se quita cuando las burbujas se decidan a decirme adiós: la tuya viene de serie. Segunda conclusión: cómo puedo ser tan inocente para dejarme llevar por los principios impetuosos, cuando soy la reina de eso que llaman «arranque de caballo, parada de burro». O sea, salida a toda hostia para luego frenar en seco.

Me pasa desde que era adolescente: la primera vez que un chico me pidió salir me duró diez minutos. Sí, diez minutos exactamente. O sea, seiscientos segundos. Lo sé porque miré el reloj. Me pasé la tarde examinando las agujas porque no terminaba de creerme que el bueno de Paco se decidiera a dar el paso que mis amigas y yo llevábamos perpetrando todo el verano. Y, cuando al fin me lleva aparte y me dice eso tan mono de «¿Quieres salir conmigo?» y yo le digo que sí y volvemos al grupo entre las miradas cómplices de las chicas y las risitas burlonas de los chicos, me empiezan a entrar los sudores, me digo que qué pinto yo saliendo con nadie si aún no me han crecido las tetas y la regla no ha hecho acto de
presencia, y con las mismas me vuelvo a levantar, cojo por banda a Paco y le digo que me lo he pensado mejor, que ni salir ni entrar ni nada que se le parezca. Que se busque otra.

[Inciso: pobre Paco. Y pobre yo. Dos o tres años después lo veía cada sábado en el bareto de moda (el único que había en el pueblo, pero le añades lo de la moda y parece que la aldea fuera la Ruta del Bakalao) y me tiraba de los pelos al encontrarlo tan mono, tan arregladito, con sus camisas impolutas, su perfume caro, su pelo con cada mechón colocado en el lugar preciso, su media sonrisa tan galante… y su corro de ronroneadoras tratando de frotarse con sus piernas para conseguir llevarlo al catre. ¡Que mi Paco no es de esos, guarronas!]

Por eso creo que lo del hombre gaseosa me lo tengo merecido. Por haber sido tan mala en mis comienzos amorosos y haber inculcado falsas esperanzas en hormonas cándidas.

Así que ahora que la hormona andante soy yo —me han cambiado la píldora y no hay manera de controlar el humor ni el deseo sexual— me toca sufrir en carne propia el daño que hice en pene ajeno (bueno, en realidad aquello fue tan infantil que dudo que el pene en cuestión sufriese mucho).

(… CONTINUARÁ… EN EL LIBRO)

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Titulo: Los hombres de mi almohada
Autor: Noelia Jiménez
ISBN: 978-84-938733-8-7
Editorial: Eutelequia
Colección: Narrativa
112 páginas
Precio: 15.00 €
Fecha lanzamiento comercial: 21/11/2011

LA AUTORA

Noelia Jiménez González-Pecellín nace en Madrid el 12 de junio de 1979. Desde niña ha sido lectora compulsiva y ha querido dedicarse a la escritura; por eso estudia Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid (1997-2002), con la intención de aprender los recovecos de los textos, aunque sean «hechos con prisas».
Nada más comenzar sus estudios colabora en distintos medios de comunicación, tanto prensa escrita como radio y televisión: El Mundo, la Cadena SER, COPE, Televisión Española, laSexta, Telemadrid, Onda Regional de Murcia y Canal Sur Radio.

Noelia Jiménez

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