Black Mirror

Queridas Antonias de mi corazón, decía Robert Frost en uno de los mas hermosos poemas de su magna obra «The Witness Tree«, y cito textualmente: «Llego pim pam pum, yo corro pá las trincheras, marco este Rumbatón y te declaro la guerra, el ejército del aire… ¡corre que vuela!«… ¿y que nos quería decir este insigne poeta con estos agolosinados versos de tanto alcance? Sencillo, que el paso del tiempo es inexorable.

Y no le faltaba razón, porque nosotros mismos sin ir mas lejos hemos vuelto del veraneo, ha pasado septiembre entero, hemos comenzado (con la ilusión y la algarabía que acompañan a tan solemne acto) nuestra colección de «Aparatos de Lavativa decimonónicos» y, sin darnos cuenta, estamos de nuevo plantificados en otro nuevo y otoñal Octubre como el que no quiere la cosa.

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Y os preguntaréis… ¿qué ocurre en Octubre? ¿Que busca la sombra el perro? No amigas, porque eso es en enero. En Octubre suceden muchas cosas pero, fundamentalmente y a efectos meramente prácticos, que vuelven mis majestuosas críticas sobre series de televisión a esta insigne publicación que es Antonia Magazine y que es digna, si no de un Premio Pulitzer… ¡al menos si de un Peabody! Máxime cuando este mes estamos de enhorabuena ya que trataremos la exitosa «Black Mirror» que tanto está dando de qué hablar entre los vendimiadores de la región vitivinícola de Alpedrete Sur.

Comenzaré por decir que, por lo general, en mis suculentas criticas suelo hacer hincapié en la descripción de los personajes principales (o secundarios notables) de las series pero, por la naturaleza de «Black Mirror«, dejaré en esta ocasión de lado ese punto en particular, puesto que la serie se compone de 3 capítulos que son 3 historias independientes sin nada que ver unas con las otras en lo tocante a temática, y entrar a describir personajes haría que esto se eternizara mas de lo debido y soy mas que consciente de que tenéis muchas gestiones que cumplimentar, muchos polvos que hacer… ¡y muchos amores que echar!.

Una vez dicho esto, he de afirmar que en «Black Mirror« se consigue lo que se pretende, que de la misma angustia que te provoca el visionado de algunos capítulos se te queden los cojoncillos o pelendengues (la RAE admite ambos términos) del mismo modo que se suelen quedar cuando sale uno de darse un baño de un jacuzzi de agua congelada con 4 tías en pelotas… ¡encogidos como almendrucos!.

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Porque las historias de «Black Mirror« hacen que te angusties, que no des crédito a lo que estas viendo y que, por momentos, te identifiques con lo que tienes delante como nunca antes lo habías hecho con otra serie o película (salvo con las películas porno que, al menos en mi caso, obedecen mucho a la realidad en lo tocante a situaciones argumentales de carácter lúbrico).

No hace mucho leí una crítica sobre «Black Mirror« que la definía como «una bofetada en tres actos«. Yo por la parte que me toca mas bien diría que es un combate de boxeo en el que te dan una paliza de miedo en el primer asalto, unos buenos y certeros guantazos en el segundo y 3 o 4 collejas en el tercero. Sí, que te muelen a palos, pero al final de la pelea hasta te da tiempo a fijarte en la modelo que pasa medio en pelotas con el cartel, porque no te han acabado de dejar del todo KO.

¿Que si la recomiendo? Por supuesto, porque solo el primer capítulo raya la magnificencia; y si no probad a verlo, amigas mías, y despues, a la luz de un candil, me comentáis si se os quedó cara de estupefacción o no. Vamos, a la luz de un candil o lo que surja, que ya sabéis que yo soy de los que opinan que en tiempos de guerra… ¡cualquier hoyo es trinchera!

Ivan Casquete