El fetiche de todos

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El cuero, el látex, los pies o los látigos son fetiches muy bonitos, muy curiosos y muy modernos. Pero existe un fetiche más poderoso y común que todos ellos. Uno que nos une e iguala. El fetiche de todos y todas.

Si me conocéis un poquito ya sabréis por dónde os voy a salir.

Efectivamente, la lencería.

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[Claudia por Mario Testino]

Reconocedlo: ¿Existe un talismán u objeto fetiche más común en las vidas de todas?

Porque sí, amiga ingeniera, madre de familia, señora que toma Densia o universitaria desbocada. Todas hemos utilizado la lencería para excitar y excitarnos. Y la que esté libre de pecado, por favor, que tire la primera piedra en forma de comentario o tuit incendiario.

Y a eso de excitarse sexualmente con un objeto externo se le llama fetiche. Así que sí, todas somos un poquito fetichistas.

¡No tenéis que sentiros mal! La clave del éxito masivo de la lencería es que, al contrario que la mayoría de fetiches, este no está sometido a ningún tipo de clasificación moral.

Su extensa aceptación social, sin embargo, no le resta interés. Para empezar, tiene varios modos de uso: uno puede excitarse al verla en otro cuerpo, al ponérsela una misma e incluso al tocarla.

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[Lara Stone por Paolo Roversi]

La lencería excita, está claro, pero ¿cuáles son las claves de su poder?

1. ES EL LIMBO
La lencería es una especie de limbo entre la desnudez y la modestia. Nos coloca en un estado oscilante en el que no estamos vestidas y tampoco despojadas de todas nuestras prendas.

La lencería no oculta todo, pero tampoco enseña la esencia de nuestra desnudez, y eso aturde y excita. Por un lado, esconder nuestras intimidades refleja coquetería y recato. Despierta la curiosidad. Incita a querer ver más. Por el otro, esa sensación al observar a una mujer con una lencería “para la ocasión”, la creencia de estar viendo algo reservado para ti y que resalta y señala las zonas más eróticas del cuerpo… eso enciende a cualquiera.

Como sugería la Baronesa d’Orchamps, la lencería cubre nuestras vergüenzas y el cerebro de quien la observa.

2. SACA LO MEJOR
Si usas la moda como dios manda sabrás que la ropa es muy útil para sacar partido a nuestras mejores características y esconder un poco los defectos. La lencería es la mínima expresión de esta filosofía: Nos permite sentirnos guapas y favorecidas estando (casi) desnudas. Levanta el pecho caído, cubre el culo celulítico, alarga las piernas, afina la cintura, etc. Y todo eso no solo excita al que lo ve, sino principalmente a quien lo lleva puesto.

Nos prepara física y psicológicamente para sentirnos poderosas. Y eso pone a cualquiera.

3. EVOCA OTROS FETICHES
Que todos somos unos pervertidos en lo más profundo de nuestro ser está claro. Otra cosa es que vayamos a reconocerlo en público. Para eso ya no estamos tan preparados. Ni nosotros, ni probablemente el público.

La lencería nos permite experimentar ciertos fetiches que de otra forma nos costaría exteriorizar. El bondage, el látex, el cuero, el BDSM en general… son inspiraciones constantes en el mundo de la lencería y no hay más que repasar las colecciones de los últimos años o el catálogo de Agent Provocateur para darnos cuenta de que su éxito es incontestable.

Por si necesitáis ideas o, peor, por si todavía vais de puros y negáis la mayor, aquí tenéis un repasito a los fetiches que podemos experimentar a través de la lencería.

¡A ver quién tiene más!

a. Cuero

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[Almeida y Obey my Demand]

b. Goma, second Skin

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[Très Bonjour y Atsuko Kudo]

c. Bondage

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[Agent Provocateur, Hopeless y Bordelle]

d. Schoolgirl, objetos de la inocencia

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[Swan Clothing y fotografía de Louis Décamps]

e. Corsés, BDSM

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pie de foto: Agent Provocateur y Jean Paul Gaultier para La Perla

4. ES SECRETA (Y SU AUSENCIA, PECAMINOSA)
Los zapatos de tacón, los pies, el pelo… todos ellos son fetiches también comunes, pero públicos y al alcance de todos. ¡No tiene gracia! La lencería, en cambio, forma parte del ámbito privado. Nunca puedes imaginarte del todo qué lencería llevará una mujer (u hombre) debajo de su ropa. Ni siquiera puedes adivinar si lleva o no. Y ya se sabe que lo que todo lo que no se ve, enciende nuestra imaginación y deseo.

De hecho, estas íntimas prendas excitan también por su ausencia. Necesitaríamos un post aparte para profundizar en esta maravillosa filia. Lo que está claro es que plantear la incógnita de si llevas o no ropa interior es en sí una provocación.

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5. ES CONTROL
La Condesa de Tramar creía que el acto de desnudarse marcaba “la apasionadas estaciones del deseo”. Y en esta progresión, la lencería cubre exactamente la última puerta prohibida (qué finura de metáfora) del juego sexual.

La lencería es la fase final del cortejo. La etapa definitiva. La última cerradura que hay que abrir para tener acceso al premio (no estoy arreglando nada mis metáforas). Y eso de tener la llave del monstruo final (¡TADABUM CHAS!), a una le hace sentir que tiene el control y, por tanto, el poder. Y eso, amigas mías, mola.

Pero, lo más divertido es que provoca que el que está enfrente se vuelva loco como un perrito esperando su galleta.

Obviamente, no toda la lencería cubre lo que hay que cubrir. Siempre hay excepciones.

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[Lascivious]

¿Y tú? ¿Eres la excepción que pasa de la lencería?

thepetitebrunette.com (sus miércoles lenceros son puro fetiche)