El día que Mariah Carey arruinó la Navidad

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Hubo un tiempo en que la Navidad molaba. Unos diez minutos aproximadamente. Jesucristo acaba de nacer en un portal, entre paja y animales, y esperaba la visita de tres Reyes que venían del lejano oriente a traerle presentes.

José y María escucharon las pisadas de los camellos a la llegada al portal y fue entonces cuando la Navidad moló. Un carpintero y una ama de casa iba a recibir la visita de unos aristócratas que había recorrido miles de quilómetros únicamente para ofrecerles regalos por el nacimiento de su hijo. Pero la felicidad duró poco. No solo los visitantes tenían pintas extrañas sino que, sobre todo, los regalos no eran lo que ellos esperaban. La Navidad murió a los pocos minutos de empezar y se convirtió en lo que ha permanecido durante dos mil años, una reunión de gente que se ve poco, que pone buena cara para cumplir con la obligación y que recibe regalos que ni le gustan, ni ha pedido. Una noche de paz, una noche de amor, ya saben.

Con el tiempo la cosa no ha mejorado, la verdad. El destino, ese ser cruel que se empeña en hacer creer a la humanidad que existe un futuro próspero cuando, en realidad, solo hay sufrimiento y desesperación, ha ido tejiendo una serie de señales que evidencian lo que todos sabemos -y algunos quieren negar-, la Navidad no es más que la antesala del infierno. Y si no les queda claro, atentos:

A principios de la década de los 70, cuando la guerra de Vietnam colapsaba casi todas las conversaciones en Estados Unidos, una pareja de artistas comprometidos decidieron aprovechar la Navidad para lanzar su mensaje de paz. Eran John Lennon y Yoko Ono, que tras su protesta pasiva en la cama, decidieron que debían utilizar su poder para cambiar el mundo. Como The Plastic Ono Band -para que luego alguien dudara sobre quién llevaba los pantalones en el asunto- escribieron Happy Xmas (War Is Over) -bueno, lo escribió John-, una especie de villancico/denuncia contra la guerra que venía a continuar la campaña que habían empezando alquilando espacios para anuncios y escribiendo “The war is over (if you want)”. La canción empieza con John y Yoko felicitando la Navidad a sus hijos y se acompañaba de cinco fotos donde la cara de John se iba convirtiendo en la de Yoko. Todo una declaración de terror navideño. En 2010, Jessica Simpson hizo una versión con su hermana, confirmando que un villancico puede ser algo que dé mucho, mucho miedo.

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En 1984, George Michael y el otro -Andrew Ridgeley- estaban en lo más alto con su grupo Wham!. Eran el sueño de todas las jovencitas, el modelo a imitar por ellos y triunfaban en el mundo con su don’t wake me up before you go go. Los productores vieron la llegada de las Navidades y no se lo pensaron dos veces. Le dijeron a George que dejara de peinarse la melena y que se pusiera a escribir. Así nació Last Christmas, posiblemente, la canción más radiada en todos los supermercados del mundo. Para el vídeo, George y Andrew pensaron llevarse a dos chicas guapas, una de las cuales se suponía que era una ex novia de George -ejem-, a una cabaña con mucha nieve, muchos jerseys de lana y mucho amor navideño. Poco imaginarían que treinta años después ese videoclip representaría la imagen de la Navidad. Dos chicos, dos chicas, una chimenea y muchas mentiras. Las versiones que se han hecho desde entonces son innumerables, pero solo daremos un nombre: Romina Power.

Diez años después, en 1994, una Mariah Carey delgada, con pelo rizado y recién casada con Tommy Mottola decidió publicar un álbum navideño. Venía de triunfar con su Music Box, así que no le resultó difícil hacerse con varios villancicos clásicos y sacarse alguno nuevo de la manga, vestirse de Mamá Noel sexy -Mariah, incluso en aquella época, ya apuntaba maneras- y publicar su disco Merry Christmas. Entre las nuevas creaciones se encontraba All I want for Christmas is you, una canción por la que Mariah todavía recibe miles de dolares en royalties. El disco se convirtió en el álbum navideño más vendido de la historia y Mariah nos hizo creer que la Navidad era un refugio en la montaña, un simpático alce y mucho amor bajo las mantas. Y lo peor de todo es que nosotros nos lo creímos -también engrosa el top 5 de la banda sonora de los supermercados-. Cada año, y desde hace más de veinte, Mariah repite actuación navideña cantando su villancico, con sus “Mariah’s hands”, su minifalda y sus gorgoritos. Y como no podía ser de otra forma, las Nancys Rubias hicieron su propia versión para felicitarnos las pasadas Navidades.

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En 2008, una Lady Gaga que no conocía nadie lanzó su propio éxito navideño, aprovechando el éxito de su primer single, Just dance. Gaga, desde luego, no era lo de ahora, todavía no había descubierto el poder de los estilismos, ni había tocado techo con The Fame Monster, así que, claro, nadie se acuerda de su Christmas Tree. Aunque, siendo sinceros, no nos extraña. Gaga compuso la canción con Space Cowboy, se hizo una portada más propia de un recopilatorio de los 90 y publicó el single de forma digital. Un despropósito del que seguramente no quiera volver a oír hablar -un poco como Born this way pero con aires navideños-.

La Navidad no es más que la suma de todo esto. Falsos mensajes de fraternidad, pelucas bien cardadas, vestidos con demasiadas lentejuelas y un aire de travesti que se pierde entre tanto espumillón. Ahora somos nosotros los que debemos lidiar con todo esto. Ellos componen, cantan y se sientan a recibir sus multimillonarios cheques, mientras nosotros, pobres mortales, tenemos que soportar las mismas canciones año tras año, el mismo sentimiento navideño, los mismos turrones, el mismo Last Christmas mientras hacemos cola en el Mercadona, el mismo All I want for Christmas is you mientras le pedimos al dependiente de El corte inglés que nos ponga un ticket regalo, los mismos turrones, los mismos mazapanes y ahora, encima, el anuncio de la Lotería. En serio, ¿hasta cuándo vamos a tolerar esto? ¿Hasta cuándo vamos a dejar que la Navidad dirija nuestros destinos? ¿Hasta cuándo vamos a tolerar que Mariah Carey arruine nuestra vida? ¿Hasta cuándo?

El Hombre Confuso