En «4 bodas y 1 funeral», el personaje que interpreta Hugh Grant, padrino de una boda, confiesa en un discurso que siente un respeto pavoroso por las personas que deciden unirse en matrimonio… Estoy con él, pero sólo en lo de «pavoroso».
Mayo es el mes de las novias, por excelencia. Aunque las posibilidades de que te mojes en el día de tu boda rondan, al menos, el 50%, la gente escoge este mes, por tradición, porque no hace ni frío ni calor, o porque las flores son más baratas… Ciertamente no lo sé.
En este mes (bueno, en el anterior, el de abril) se publican infinidad de especiales de boda en las revistas. Los artículos titulados «Invitada a una boda ¿qué me pongo?» o «7 looks para 7 bodas» revientan las estadísticas del analytics de todas las publicaciones.
En el universo de la blogosfera hemos pasado de las egobloggers a las mamás malenis. De las malenis a las bloggers wedding planners. Y de las wedding a las «comunión-planners«… ¡Por dios, que alguien pare esta tontería!
Como las flores (o los champiñones en otoño) las tiendas de tocados surgen por todas partes. Son un accesorio bonito, pero si no te queda bien o no lo sabes llevar, olvídate, antonia. Mejor inviértelo en una buena sesión de peluquería. Te saldrá más a cuenta.
El protocolo. Lo que debes o no debes ponerte. Lo que debes o no debes regalar… Las bodas son un lío, para el que las organiza y para los invitados.
Hay a quien le gusta. Yo las detesto. La última boda a la que asistí era de un familiar, y ni siquiera era familiar mío…
Pero no por ello desprecio a la gente que decide tirar la casa por la ventana para celebrar una boda. Me parece magnífico, una fiesta. Pero no va conmigo.
Como el mongolo personaje de Hugh en aquella peli, las bodas me dan pavor. Tanto que he huído de ellas. Mi fama de «novia a la fuga» me precede, porque he reculado en dos ocasiones, je (*). Soltera empedernida. Me da alergia el tema casamiento.
(*) Culpa de ellos: yo jamás dije que sí, pero lo dieron por supuesto. Se siente.
Para mí, es algo serio, tan serio que no me lo tomo a la ligera en absoluto.
Eso sí, me fascinan los personajes que son capaces de casarse, divorciarse, recasarse, redivorciarse… en un ciclo sin fin, como Lindsay Lohan entrando y saliendo de rehabilitación… Zsa Zsa Gabor, Liz Taylor, Alexis Morell Carrington Colby Dexter Rowan… mujeres míticas (reales o no), que sumaban boda tras boda… Pero eso no es tomarse en serio el hecho de casarse.
Os voy a decir qué es para mí tomarse en serio una boda: decirle que sí a alguien que te lo pide, después de 9 años juntos, después de haber tenido un hijo, de haber pasado por los estados más grandes de felicidad y más terribles de desesperación. Cuando conoces todo, absolutamente todo, de esa persona, y has visto todo lo bueno y todo lo malo que puede haber en ella. Cuando ya sabes que es la persona con la que vas a pasar el resto de tu vida, entonces y sólo entonces, decirle que sí a casarte con ella.
Eso, para mí, es casarse. Lo otro, es simple y llanamente, un experimento, una locura por amor.
Por cierto, soy yo la que dijo SÍ…
Vuestra rendida admiradora,
Mabi Barbas, la Jefa
pd (amo-te)