María Callas fue una diva, no una musa

Hablar de ciertas cosas tan imbuidas en ese concepto ambiguo, abstracto y absurdo de la cultura popular es muy complicado; en primer lugar porque siempre hay algún listo devorador de Wikipedia dispuesto a hacerse el especialista (como los blogueros de moda con Steve McQueen) y después porque no sabes qué contar que no ya sea vox pópuli.

Y con la Callas esto pasa multiplicado por mil o dos mil, de los cuales novecientos y mil novecientos, respectivamente, son homosexuales.

Queridos diletantes, aficionados, blogueros y wikipedistas, no es que quiera ser el más listo del lugar, pero antes de afilaros uñas, dientes y demás objetos cortantes os aviso de que aquí, servidor, tiene unos años encima de profesional de la lírica y que me acabo de cantar el O, sainte médaille de Valentin del Faust. Dicho esto, amigos, me toca confesar que no hay cosa que más rabia me de que un marica que diga que la Callas cantando la mamma morta es lo más emocionante que hay; es pretencioso, predecible y demuestra, además de una falta de cultura musical increíble, que también vio Philadelphia con Tom Hanks y Antonio Banderas y que lloró al final.

La Callas fue muy grande, pero muy grande, tan grande como otras divas de su época, claro, lo que pasa es que se convirtió en una diva porque tuvo una vida de mierda y gracias a lo exagerada y expresiva que era en escena y la pedazo de voz que tenía. Ah, y por su historia de amor desgraciadísima con Onassis. Y ahora viene el quid de la cuestión… ¿Quién se sintió identificado con la cantante al momento? Pues los miles de miles de maricas armarizados del momento que se proyectaban en su figura y que la convirtieron en su objeto de admiración. Admitámoslo, hasta entonces eran las vírgenes y los santos, pero en el siglo XX inventamos a las divas con ese concepto de divinas, inalcanzables, inspiradoras… vamos, alguien lejos de la atracción sexual, para poder demostrar un afecto incondicional sin tacha hacia la figura femenina y así justificar la asexualidad de los homosexuales de hace 60 años. Callas fue la primera; ahora lo hacemos con Madonna, pero ya, afortunadamente, fuera del armario.

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La imagen que tenemos de María Callas está muy idealizada gracias a este séquito que os acabo de describir, algo que no es complicado de comprender si observamos ahora el talibanismo con las cantantes pop de hoy en día. Ahora está entre Madonna y Kylie, por decir algo, y antes o eras de la Callas o eras de la Tebaldi, que era, por otra parte, como comparar el champán con el cava. Ambas eran excelentes, pero la Callas sacrificaba la técnica vocal por echar todas las vísceras en escena, algo que hasta entonces nunca se había hecho. Eso le pasó factura a la voz y, en los últimos años de su carrera, escuchar a María era un suplicio, pero ya estaba ahí el papel cuché para perpetuar la leyenda. Pero nuestra amiga no sólo fue una diva que echaba toda la carne en el asador, sino que también fue muy inteligente al recuperar el olvidado repertorio del bel canto más florido, esos Donizetti y esos Rosinni que escribían fuegos de artificio para la voz y que, una vez más, volvieron locos a los maricas de la época… ¡Cómo nos gusta un agudo y una floritura vocal, amigas! María lo hacía a lo mecagüen, conste… que si bájame esto un tono, que si esto lo borro y lo pongo así que me sale mejor, etc. pero al final la tía consiguió que las siguientes generaciones de cantantes dejasen de ser tan dramáticas y se les quitase esa dureza facial verdiana que se tenía (espero que se haya notado la referencia almodovariana).
No quiero que esto parezca un ejercicio de desmitificación, que los mitos, como tales, son resistentes a la verdad, la verosimilitud y, sobre todo, el tiempo. Lo que me gustaría hacer es un sano ejercicio de demostrar que la gente, por lo general, no tienen ni pajolera idea (iba a poner puta idea, pero tampoco es plan de ponerse ordinario) de los referentes artísticos y culturales más allá de lo que se hereda por el boca a boca y por el postureo tradicional. Te puede gustar la Callas, claro, pero de ahí a soltar barbaridades del tipo “fue la más grande” sin tener ni idea de repertorio operístico, sin haber pisado un teatro, sin saber si soprano es un hombre o una mujer y lindezas similares pueden hacer que te creas muy guay e intelectual, pero la imagen que das es absolutamente patética, quizás no entre amigos modernuchis, pero sí frente a alguien que sepa algo, sin que tenga que ser un especialista. Queda muy “me encanta la música clásica, es muy relajante y me ayuda a dormir”… pues, mira, si quieres dormir lo mejor que puedes hacer es comprarte el libro de Lucía Etxebarria, encerrarte en tu habitación herméticamente y prenderlo fuego hasta que la intoxicación por dióxido de carbono y literatura basura te haga ver el camino que María Callas tomó un 16 de septiembre de 1977.

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Otto Mas es el autor del blog otromariblog