Yo no quiero escribir para otros. De hecho, no quiero escribir. Como dice mi adorada Mònica Escudero «sería feliz si no escribiera una sola linea más». En su caso sería una lástima, porque escribe que es una gloria leerla. En el mío no perderíamos gran cosa, otra «criticona» más, sin valor literario alguno.
Que no, que no es falsa modestia. ¿Alguna de vosotras tiene una amiga que es guapa, lista y buena persona a reventar? ¿Una de «esas» que se puede pasar la noche de juerga, y al salir de un áfter a las 8 de la mañana parece que se acaba de levantar después de 9 horas de sueño?. Yo sí, varias además. Es absurdo competir con ellas (y mucho más divertido ver la cara de jilipollas que pone el personal cuando las mira…)
En el gremio de «los que escriben» (no digo periodistas porque muchos no lo son de carrera, sino de rebote) me pasa lo mismo. Para mi ser editora es un privilegio: leo antes que nadie lo que escribe gente con más talento que yo. Disfruto leyendo maravillas inéditas. En ocasiones, hasta me piden consejo ante un bloqueo. «Consejo», ¡a mi…! (lagrimilla).
Ser editor es ser la madre confesora de muchos. Estricta gobernanta o madre consentidora, de todo un poco, pero un placer, mayor si cabe que el de escribir cuatro frases ingeniosas, que es a lo máximo que llego, la verdad.
La portada de este mes lleva por título «Triunfadores», y sus protagonistas son los personajes de Sexo en Vallekas. Os preguntaréis qué tienen de especial los que aparecen en este número. Para mí un triunfador es aquel que consigue hacer lo que le gusta, de un modo u otro, como actividad principal o sacando tiempo tras su trabajo. Como ellos, que han conseguido realizar dos temporadas completas de su webserie. Eso es un triunfo total. Porque hacer lo que a uno le gusta (escribir, fotografiar, realizar, cocinar, viajar) es sin duda lo que más te aleja del diván del psicólogo.
En este número hay personajes que compatibilizan su actividad profesional con su sueño. Otros se arriesgaron por él, dejando la seguridad de un empleo, sin acobardarse ante la incertidumbre del qué pasará.
Que yo sepa, ninguno de ellos está aún al nivel económico de Amancio Ortega (si es así, tenemos que hablar de una cosita…), pero mi manera de entender la vida me hace creer que ellos son triunfadores, porque, como dijo hace poco Israel Ruiz, vicepresidente del MIT, «soñando igual no llegas donde quieres, pero te lleva a un sitio mejor.»
Vuestra rendida admiradora,
Mabi Barbas, la Jefa.
[Foto: Lucía Zapata]