Policía de la moda: las comidas/cenas de navidad de empresa

Una usuaria nos ha pedido que hagamos un Policía de la Moda sobre las bodas, pero aparte de que ya hemos hablado del tema en algún número anterior, hacer un Policía sobre una boda es como redundancia: no hay nada que se salve de la quema.

Lo que sí tiene interés como estudio sociológico es el tema de las comidas y cenas de navidad en las empresas.

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Trabajé durante muchos (demasiados) años en una empresa en la que el evento en cuestión era el acontecimiento social más esperado por el personal. Era la ocasión de socializar con gente con la que, como mucho, te cruzabas en el ascensor o en la garita de seguridad.

A mi entender, las comidas de navidad de empresa son la versión adulta del famoso baile de graduación de los yankis, repetido año tras año.

Pero, al contrario que en el insti, entonces yo pertenecía al grupo de los guays (o los raros, según se mire). Es lo que tiene el gremio de los diseñadores, que raritos suele haber… Mi pelo en ocasiones rubio, en ocasiones rojo, otras directamente rosa chicle, no ayudaba mucho a descolgar esta etiqueta de mi espalda, pero es que me daba bastante igual.

A modo informativo comentaré que a mí y a otras dos compis nos llamaban «las teletubbies». Huelga decir que porque éramos, con diferencia, lo más divertido que se movía por allí, plagadito de rubias de mechas, abrigos y bufandas (falsas) de Burberry’s, y gañanes de deportes, con sus chándals y su contínuo olor a sudor (esta bien lo de practicar deporte, pero el agua y el jabón son la mar de sanos también).

58118-1915A lo que íbamos: el look en una comida/cena de empresa. ¡Ah, qué gran momento! Ese día en que la redactora de deportes, que siempre va si no en chándal, bastante tapadita, se pone una minifalda que ni las Bratz, y descubre unas patorras que ya, desde ese momento, van a protagonizar las fantasías eróticas del resto de sus compañeros. Nena: mide las consecuencias, porque ¿de verdad estás dispuesta a protagonizar los húmedos sueños de ese tipo? Arrggggg… repelús.

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Y lo mismo para los escotes. Desde aquí lo advierto: esos escotes apretaos dan mucho juego en el conocido deporte «encesta la aceituna en el canalillo de la de recepción», que sólo es gracioso si eres tú el que juega a encestar; si eres la canasta es bastante vergonzante, y mancha, además.

imgDress code: piensa que vas a visitar a la abuela de tu chico, así que ni corta ni larga ni escotada ni monja, no te pintes como una drag y, ante todo, deja las lentejuelas, los brilli-brilli y los looks epatantes para la fiesta de fin de año y el cotillón. Contención y mesura, joven, te salvarán de los dos tipos de depredadores principales de estas reuniones (anti)sociales: los pulpos y los plastas.

 

El pulpo es ese tipejo que espera con ansia durante todo el año ese momento, después de la segunda copa de la barra libre, en el que estás achispada y con la guardia baja, para agarrarte primero con timidez, y después descaradamente, de la cintura, arrimandose todo lo que puede, con la excusa de que «es que hay mucha gente aquí». Reza porque la resaca no te deje recordar el momento al día siguiente, o no te quitarás la sensación de asco ni con Zotal.

El plasta. Inofensivo en apariencia, educado hasta la diabetes… y UN PESAO DE COJONES. Te agarra para contarte cualquier bobería justo cuando te acercas a pedir la primera copa, y ya no te suelta. Da igual lo que hagas, aunque vayas al baño te acompaña a la puerta ¡Y TE ESPERA!. He visto a muchas amigas salir a escondidas, agachándose detrás de alguna planta, para que el pesao en cuestión no la otee y la siga. Porque el fin último del plasta no te creas que es llevarte al huerto, no (bueno, al menos no del todo), el fin del plasta es unirse al grupo de los guays, irse después de la fiesta de marcha con tu pandi, y poder presumir, cuando se incorpore el próximo día al curro, de haber estado con vosotros.
Si tienes la desgracia de no haber podido despistarle de ningún modo, y al final se va con vosotros de fiesta, cuenta conque ahora, cada vez que salgáis a desayunar, se «ajuntará», y ya no os lo despegaréis ni con agua caliente. «Animalico -te dirán-, pero si no hace nada». Ya, pero tampoco se va. Si tanto te gusta llévatelo a casa y lo adoptas. Y qué coño, que no quiero ser su amiga, joder.

Método infalible: vomítale en los pies, tírale las copas encima… todas, una detrás de otra. Tarde o temprano tendrá que ir al baño a limpiarse y entonces podrás huir… Esto sirve tanto para el pulpo como para el plasta. Si después de vomitarle encima insiste, es que es un enfermo. Razón de más para alejarse lo más posible de él.

 

Suerte y, sobretodo, manteneos sobrias: os irá mucho mejor, antonias.

 

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SUGERENCIA DE VESTUARIO

[A continuación unos cuantos looks, cortesía del walhalla de las sositas sin personalidad: ZARA]

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