Tarantinízate

Pocas veces, a días de haber comenzado enero, uno tiene la certeza de haber visto una de las mejores películas del año. En este caso se trata de Django desencadenado.

Que Tarantino es una bestia de guionista y director, ya lo sabíamos. Que le da la vuelta a cualquier género (policial en Pulp fiction, blacksplotation en Jackie Brown, kung fu en Kill Bill, bélica en Malditos bastardos) para crear algo único, también. Que logra sacar personajes inolvidables de actores geniales, sí también. Así y todo, en Django desencadenado, a lo largo de casi tres horas que no quieres que terminen nunca, se adueña del western, un género que ya había tocado en momentos de Kill Bill, para tarantinizarlo de una manera espectacular.

Por empezar, aunque suene a obviedad, se mete con los esclavos negros de Estados Unidos, un tema que parece que estaba vetado de los westerns. Ya habíamos visto vaqueros negros, ahora recuerdo Sillas de montar calientes y Sin perdón, pero por lo visto los esclavos como héroes de la película eran un tabú.

DJANGO

No se me ocurre nada que objetarle a Django desencadenado. Los diálogos son maravillosos, fluidos, poéticos, las palabras se encadenan de forma casi musical. Escuchar cualquiera de los discursos de Christoph Waltz es una experiencia de puro disfrute. Cuando las palabras escritas encuentran al intérprete perfecto, no hay mayor placer.

No me extraña, pero es fantástico lo que hace Leonardo DiCaprio, que está soberbio, y no se puede creer lo que puede llegar a transformarse Samuel L. Jackson. Jamie Foxx también está muy bien, pero no puede con estos tres mostruos.

Un aparte también para Don Johnson, que tiene una de las secuencias más memorables de la película ¿Quién dijo que no se podía hacer bromas con el Ku Klux Klan?

Todo es desbordado, litros de sangre, kilos de balas, largas frases, música inesperada, montaje salvaje, sonido perfecto. Lo único silente en la película es la D de Django.

La sensación es que Quentin Tarantino hace literalmente lo que le da la gana. Que pueda seguir haciéndolo por mucho tiempo.

Inés González.