Morir a martillazos, despedazado bajo la ira de tu propio amante, con sólo 34 años, es motivo suficiente como para pasar a la historia. Eso de morir joven se lleva mucho –¿quién dijo lo de “dejar un bonito cadáver”?– y el morbo de la pasión ensangrentada le pone a cualquiera.
Seguramente que fue una muerte más que digna para Joe Orton. Ojo, que no justifico la violencia de género –ni ningún tipo de violencia, que me veo venir a los integristas de lo políticamente correcto–: sólo digo que, con lo macabro que era el británico en sus obras de teatro, no dudo de que una muerte así habría sido digna de su repertorio.
Resulta que este autor de culto en la cultura anglosajona –y más que desconocido en España… ¿qué raro, no, siendo antiburgués y homosexual?– es el elegido para el debut de La Compañía, la primera cooperativa teatral que se forma en España.
En realidad, la fórmula está inventada: me recuerda a Lorca y sus amigos representando obras por escenarios de media España antes de que la Guerra Civil acabase con ellos –y con la cultura “subversiva”, o sea, con toda, porque la cultura siempre tiene algo de subversivo–. Pero no es común que ahora los actores se líen la manta a la cabeza y se jueguen su propio dinero sobre las tablas. Es arriesgar demasiado. Resulta más cómodo firmar un contrato y llevárselo calentito. Y si al público no le gusta la obra y no llena la sala, qué más da.
Sin embargo, actores como Miguel Hermoso, Mónica Estarreado, Javier Ambrossi o Víctor Sevilla han echado la patita p’alante y han decidido jugarse su dinero y apostar por un género en el que no estamos acostumbrados a verlos: son todos carne de televisión pero quieren demostrar que lo suyo también es ganarse al público cara a cara. Sin cámaras ni tubos catódicos de por medio.
Y para debutar han elegido una comedia cáustica, sarcástica, que rasca en la roña de la sociedad y pone al descubierto las vergüenzas de todo hijo de vecino: enfermeras asesinas, ricachones con pasión por lo ajeno, comunistas de boquilla, policías corruptos… nadie se libra de la afilada pluma de Orton, genialmente adaptado, con diálogos que llevan de la burla a la risa, pasando por la crítica más profunda –para quien quiera detenerse en ella, claro– y con alta carga sexual. El leitmotiv es de lo más negro: un funeral en el que lo menos importante resulta ser la muerta, que va de mano en mano, como la falsa moneda, porque, con dinero de por medio, aquí nadie conoce ni a la madre que lo ha parido.
Pero, al final –y durante–, te ríes. Y mucho. Las miserias humanas son así. Siempre tienen su punto cómico. Noelia Jiménez
¡A saco!
Teatro Arenal.
Hasta el 30 de septiembre
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