Esta es la historia de una fotógrafa, una fotógrafa de ‘autora’, una fotógrafa por naturaleza… Es la historia de amor entre Ilde Sandrin y su cámara.
La fotografía le atrajo de forma espontánea y especial y nunca supo hasta que un buen día los descubrió, que quería entregar su vida a este. Así que se puede decir que más que decidirlo, la fotografía la encontró a ella.
Su primera sesión de fotos, por llamarla de alguna manera, la organizó casi por intuición. Ilde tenía una compañera de clase que adoraba, le parecía hermosa, bella, muy bella. Era rubia, pero rubia de bote total, intenso, platino. Tenía una boca carnosa, unos ojos grandes color avellana. Y lo que más le atrajo para la foto, era la manera tan maravillosa que tenía de reírse. Su intención era reproducir ese momento, intentar plasmar en el papel la sensación que le producía esa sonrisa… La sentó frente a la cámara, y en el momento que vió aquella sonrisa, esa que buscaba, apretó el botón. Para ella fue una gran emoción, una emoción que quería repetir, entendió que quería seguir por aquel camino….
Para una persona como ella que, según me confesó, no admite el paso del tiempo, que es doloroso ver como los años pasan, es una terapia poderosa el poder congelar el tiempo y capturarlo para siempre en una foto. Detener el tiempo en algo tangible, los sentimientos, el dolor, las fobias, los sueños, los gestos más pequeños y cotidianos. Piensa en la fotografía como en una suerte de depósito. Un ejercicio de exorcismo con resultados, las fotos. Fotos que resultan sorprendentes incluso para ella.
Logra entender, una vez terminado el proceso fotográfico, cuál fue el motivo antes de comenzar. Es como tener un intérprete personal. Para ella el arte de la fotografía es instintivo, básico, incluso animal en cierto sentido….
Si tuviese que definir cuál es el carácter del trabajo fotográfico de esta chica, coincido con ella en que existe provocación, un cierto erotismo sensual. Le da mucha importancia a la estética, siempre busca que tenga un cierto peso, impacto…
Ha comprobado, a lo largo de los años, que el espacio donde se siento más cómoda y auténtica es en el estudio. La foto puede partir desde un estado de ánimo que quiera contar, una prenda, una sensación, no hay nada predecible. La fotografía importa para ella más allá del acto de fotografiar, es un todo del que se encarga desde el principio: producir la escenografía, eligiendo los colores de ropa, fondo y pintalabios, la posición más adecuada, la luz que más se ajusta a su objetivo.
Ilde no ve la foto antes de hacerla sino a medida que va construyendo la imagen. Es una revelación que va pasando, no existe nada prestablecido en ninguna de sus sesiones.
Cuando se sienta en el banquillo de juez, y juzga mis fotos, lo que hay detrás, sus motivaciones, ve y vemos claramente dos cosas: su admiración y gusto por la antonimia femenina, su valor estético, la sensualidad que supone en sí misma y la sensación de comodidad que definitivamente me produce estar en el plató construyendo historias a partir de ideas que preconcibe en algún sueño o lugar oscuro de su mente. Y esto sin duda, ha sido el comienzo del descubrimiento de su identidad como fotógrafa y de nuestro placer al ver su trabajo.