En estos últimos años se ha creado un gran debate en España en torno a los derechos de autor provocado fundamentalmente por el incremento en el intercambio de archivos de música y películas en las redes P2P, demás de la venta de copias piratas de los mismos en las calles de cualquier ciudad.
Es llamativa la agresividad con la que muchas personas en España se oponen al pago de artículos relacionados con la cultura (música, cine, literatura, teatro, etc.).
Aquellos que únicamente adquieren música y cine mediante las redes de intercambio consideran un derecho moral hacerlo sin pagar nada a cambio, argumentando que las multinacionales que distribuyen estos productos los han vendido a un precio excesivo. Si comparamos otros mercados que no sean el de la cultura que ofrecen servicios y productos de otro carácter (como los alimentos, los servicios de automoción, telefonía, etc…siendo proporcionalmente más caros), nadie se opone su pago ni se ven protestas por ningún lado.
Si lo que ocurre actualmente en el mundo de la creación se produjera en otro sector, el problema sería considerado de gran importancia.
La clave de por qué sucede esto es, como siempre, la percepción del Arte y la creación en nuestro país. No se considera que detrás cada trabajo artístico haya personas que han tenido que pasar por años de formación dentro de su campo, al igual que lo han hecho profesionales del mundo de la medicina, ingeniería o ciencia a los cuales se paga por su trabajo sin cuestionado.
Como hemos comentado en otros artículos, es frecuente encontrar en España ideas negativas asociadas a los artistas: son personas que disfrutan con su trabajo por lo que no deberían cobrar por ello; el tiempo que emplean en crear no se considera trabajo y sus obras surgen por inspiración; no tienen dinero y sólo lo ganan cuando están consagrados; el arte verdadero es puro y no debe entenderse como un objeto para obtener beneficios económicos; la confusión entre arte y afición, etc.
Quizás por esto no sorprenda que España sea uno de los países donde se produzcan más descargas de música y cine de todo el mundo, unido a la realidad de que la producción artística y científica siempre proviene de otros países. Hay poca confianza en la creación nacional y poca inversión en este campo porque no se percibe como una verdadera industria.
Las posiciones sobre los derechos de autor en España se han extremado progresivamente y han dejado de lado cuestiones éticas: lo que se permite en el campo del arte en otras áreas sería totalmente impensable. El caso es que, aunque pueda parecernos de ciencia ficción, en el futuro podría llegar a producirse una situación similar en los demás sectores.
Los derechos de autor son, como su propio nombre indica, un derecho que todo ser humano tiene y que se recoge en la declaración de Derechos Humanos en su artículo 27.2 : Toda persona tiene derecho a la protección de los intereses morales y materiales que le correspondan por razón de las producciones científicas, literarias o artísticas de que sea autora.
¿Quién debe gestionar los derechos de autor? Al ser un derecho humano principalmente es una responsabilidad del Estado para con sus ciudadanos, por ser un derecho y porque se beneficia de él mediante el cobro de sus impuestos (y ese beneficio revierte en todos los habitantes del país). Las empresas privadas de gestión de derechos de autor son intermediarios posibles, pero en ningún caso deben ser los únicos.
Cuando se adquiere sin pagar una obra artística no se reconocen las horas de trabajo que se han invertido en ella: desde la formación del autor al trabajo, la creación de la obra, la contratación de terceros para llevarla a cabo si fuera el caso o su distribución por distintos canales para su llegada al público.
Existen artistas consagrados que obtienen muchos ingresos por su trabajo y quizás no noten aparentemente la pérdida de dinero cuando el público adquiere gratuitamente sus obras, pero la gran mayoría de los creadores no están situados en un nivel tan alto y con estas prácticas se les niega la posibilidad de sustentarse con su trabajo medianamente.
También viven del trabajo de los artistas sus intermediarios (diseñadores, transportistas, distribuidores, editores, críticos, periodistas, fotógrafos). A muchas personas esto les parece demagógico, pero para la elaboración de cualquier producto (sea artístico o no) hay una cadena de producción, una industria formada por personal especializado en cada fase de la creación.
Además, usar una obra de arte en un contexto siempre representa un beneficio: una pieza musical que se escucha en un restaurante o en un bar mejora la presentación de ese espacio al público que accede a él. Una publicación que utiliza textos o imágenes se distingue de las demás y la enriquece (y no sólo en el aspecto económico). Un museo creado con cuadros de diversos autores genera beneficios (inmensos) para una ciudad.
Las bibliotecas físicas o virtuales son importantes para el acceso gratuito y universal a la cultura, pero no por ello toda la cultura debe ser de libre acceso, porque tiene que existir la opción para cualquier persona de elegir la música, el cine, la literatura o cualquiera de las artes como su profesión.
En el mundo del arte se encuentran posiciones muy opuestas:
Se han creado alternativas de cesión de derechos de autor como Creative Commons o CopyLeft, válidas y respetables, pero no porque muchos de los artistas lo elijan, no todos deben hacerlo ni es lícito presionar a quien no lo haga (estas presiones provienen del propio mundo artístico – ya sea por moda o como decimos, desinformación – y también de entidades, instituciones y empresas relacionadas con el mundo de la cultura, que normalmente suelen tener intereses ocultos para el uso posterior de ese material artístico).
Se debate cuáles serán desde ahora los canales de distribución de los objetos artísticos, se generan muchas dudas y quizás no todo lo que derive de esta situación sea totalmente negativo para el futuro. Posiblemente sólo se esté produciendo una transformación del sector. Pero la realidad actual es las personas interesadas en crear y vivir de ello, de momento, se está haciendo cada vez más complejo.