Sinceramente, nunca pensé que fuera tan fácil. Como ese amante o desamor al que estás enganchado y que llevas tiempo queriendo dejar atrás, y al que un buen día, como si Dios todopoderoso te bajara a ver en forma de revelación, dices sin más: “Chato, ahí te quedas”. Y de repente es como si nunca hubiera existido…. ¿El pelo? Una adicción más… Pues bien, ya hemos cortado. Ya estamos dispuestos otra vez a arriesgar…
Carta a Raquelines (extracto, que luego tó se sabe):
“…..Por lo pronto mañana me voy a cortar el pelo. Se acabo este lastre q llevo colgado representando una falsa feminidad a la que ya no quiero ser asociada. Morena de melenón devora-hombres. No más por favor. Prefiero la gente que sepa ver más allá de un pantojismo. Quizás me arrepienta pero esta melena se ha arrastrado por demasiadas camas y torsos desnudos. Necesito renovación total. Estoy tan acojonada a la par que emocionada q no puedo ni dormir! Peor que si me fuera a tatuar, te lo aseguro… Me siento como Jo en Mujercitas vendiendo su pelo en pos de un futuro mejor…,”
No seré yo la que con mi nuevo look reniegue del inseparable compañero de fatigas que supone una buen pelazo, pero a veces tengo la impresión de que una melena es como entrar en un bar con un buen par de tetas: fácil y rápido, y yo ahora quiero apostar por cosas más complejas y selectivas.
Quizás podréis pensar que mi superficialidad vital no conoce fronteras dedicando un artículo a hablar de un corte de pelo, pero para mí ha sido mucho más. Cómo ya he comentado, llevaba años dándole vueltas a la idea de cortarme el pelo a la que llegaba Septiembre. Después de hacer el consabido cuestionario anual, esta vez a personas receptivas al cambio, me fui a la peluquería El Rulo (C/ Joaquin Costa, 52. ¡MARAVILLA! ) recomendada por mi más que vecina Chris, con mucho más miedo que vergüenza pero a tope de ganas. Los que me conocéis sabéis las dimensiones cósmicas de lo que este pequeño paso para el hombre, pero gran paso para La 13 significa. Sudores fríos, ansiedad, vértigos… (NO-ES-COÑA). La que no sabía la que se le venía encima era la pobre Irina, mi eventual-y-ahora adorada peluquera. La dulce voz de Irina ya había resultado tranquilizadora por teléfono, toda paciencia y comprensión, pero como no seré yo de coñazo capaz de hacer tirarse por un puente al mismísimo Job, para que la Dulce Irina a la enésima duda que surgió me dijera: ES LA ÚLTIMA PREGUNTA QUE TE CONTESTO, LUEGO CORTO. Y cortó, cortó y cortó…. ¡Vaya si cortó! Me quedó la coleta de trofeo y aún hubiéramos rellenado un par de almohadones con el resto…
Y salí de ahí FELIZ…con un subidón que no os puedo explicar. Saliéndome del cuerpo. Caminando a dos palmos del suelo. Los 38 € mejor invertidos en muchísimos, miles, de años. Con un ligereza de ideas (y de cuello) y una sensación de libertad,….Sí. De libertad. Me corto el pelo porque me da la gana, a riesgo de escuchar frases del tipo que “el pelo largo es más sexy para el universo masculino” o que es “como más salvaje”. Pues sabéis qué? QUÉ ME LA PELA!
¿Que mi pelo era mi seña? No perdona, MI SEÑA SOY YO.
Para mí ha supuesto un reto, una catarsis, un ejercicio de autenticidad que deja muy claro que una no es sólo su pelo, y que aun con varios centímetros menos, sigo siendo yo. Esto parece muy obvio, pero sólo alguien que haya tenido el pelo muy largo puede hacerse a la idea del vínculo que se crea con él. El melenón te esconde, te da aplomo, equilibra volúmenes, siempre viste y es sinónimo de sensualidad y de “living la vida loca”. Pero eso amigos, en realidad va por dentro. El hábito no hace al monje, ni la melena a “Sansonas”, que en los tiempos que corren se visten de macarras, pero pijas se quedan.
Ahora entiendo muchas cosas. El otro día viendo el Gran Gatsby pude apreciar el despliegue de cortes a lo garÇon de esos “Locos años 20”. Era la moda…pero en realidad era mucho más que eso. Era la ruptura contra los convencionalismos sociales que imponían a la mujer. Roles de señoritas que nada tenían que ver con un buen corte de pelo. Las rebeldes, las modernas se cortaban el pelo y se subían los bajos y se holgaban la ropa; cualquier cosa por alejarse del modelo de mujer tradicional, sumisa y complaciente. Pues bien, salvando muchiiiiiísimas distancias (lo sé) así me he sentido yo, rompiendo roles propios y ajenos, hasta el moño (y nunca mejor dicho) como estaba de ir en el mismo barco estético de esas ordas de Pantojas disfrazadas de rockeras que inundan festivales y luego votan al PP.
Pensé que la primera mañana que me levantara con su ausencia la iba a echar de menos, pero al tocarme la nuca casi despejada y no pisarme el pelo al incorporarme en la cama fue como si los Reyes y mi Cumpleaños estuviera pasando el mismo día: UN REGALAZO.
No obstante han sido muchos buenos momentos y como toda relación que se acaba creo que merece unas palabras de despedida:
Querida Melena:
Han sido más de 10 inseparables años de moños, tupés, trenzas y pantojismos; de juergas, fiestas y festivales; de rematar muchos outfits con tus infinitas posibilidades; de arrastrarte de ciudad en ciudad, de enredarte de cama en cama…. pero ahora mismo ya no tenemos nada que ofrecernos la una a la otra, y creo que es mejor que nos separemos por un tiempo. Sé que a veces te echaré de menos, pero también que necesito volar sola y que algún día cuando te necesite, volverás renovada a mí.
Gracias por estar ahí día a día, cuando no tuve fuerzas para dedicarnos tiempo y también en los momentos que quise echar a volar mi imaginación. Siempre tan disponible.
Hasta luego, fiel amiga.
UNA NUEVA ETAPA COMIENZA…..
La 13 Catorce
EPíLOGO: ….y con nuevas adicciones. Al día siguiente volví a por más. Cortar también engancha.
A Ale. Por animarme. Por aguantarme.