En 1984, una desconocida cantante actuaba en un programa de la televisión americana, vestida totalmente de negro, pelo rubio cardado, envuelta en redes y encajes, llena de crucifijos, pintada como una puerta y el ombligo al aire. Al acabar su actuación el presentador le preguntaba qué cual era su sueño, Madonna respondía: gobernar el mundo.
Y vaya que si se cumplió, lo gobernó y lo reinó; es la artista femenina con más sencillos en el top 5 del Billboard americano, ha vendido más de 300 millones de discos a lo largo de sus 30 años de carrera, tiene no sé cuantos récords Guiness y cientos de premios más.
Madonna llegó en el momento adecuado, su lanzamiento coincide con el nacimiento del videoclip, de la MTV, de las revistas juveniles, de los pósters, no pudo ser en mejor momento. Gracias a su tenacidad y a su carácter perfeccionista supo aprovechar lo que estos medios podían ofrecerle y nos regaló lo que muchos buscábamos. Creó un estilo y una actitud que empatizó desde sus comienzos con esas adolescentes hartas del estilo precocinado americano y sobre todo con el mundo gay que la adoptó como referente, icono y modelo a idolatrar. Ella solita, se cargó muchos convencionalismos y tabúes que eran necesarios derribar: el sexo, la provocación, el poder de la mujer, la religión, la homosexualidad.
Sus comienzos fueron difíciles, de su ciudad natal Detroit se marchó a Nueva York a finales de los 70 y allí se las apañó como pudo hasta conseguir grabar su primer disco de estilo totalmente dance que no se llevaba nada en ese momento. Gran acierto. Luego su paso al pop con Like a Virgin y True Blue, y lo demás ya es historia, su ascenso a los cielos con Like a Prayer, su bajada a los infiernos carnales con Erótica, su toque R&B con Bedtime Stories, su contacto con la electrónica en Ray of Light y Music, el incomprendido American Life, el mariconismo con Confessions on a Dance Floor y sus últimos dos discos Hard Candy y MDNA que por muy fan que sea me parecen los más flojitos.
Lo que hace grande y única a Madonna es que no canta bien, ni es buena actriz pero ha ido aprendiendo y educándose, se ha convertido en esa gran mega estrella que cada vez que graba un nuevo disco, sale de gira, presenta un libro, enseña una teta o dirige una película sale en todos los medios de comunicación y esto muy pocas lo consiguen.
Gracias a ella mucha gente, entre los que yo me encuentro, ha descubierto a grandes artistas que ha sabido incorporar a su universo. ¿Quién conocía a Jean Paul Gaultier antes de ver el video de Open Your Heart? ¿Alguien sabía de la existencia de Tamara de Lempicka o de Frida Khalo o de Jean-Michel Basquiat? ¿Conocíais a los Dolce & Gabbana antes que Warren Beatty le regalara una camisa en el documental En la Cama con Madonna? ¿Nunca os habéis secado la sobaquera con el secador de manos de un baño tal como lo hacía en Buscando a Susan desesperadamente?
Y es que Madonna además fue la que llevó los conciertos a su siguiente nivel. Sus giras, sobre todo a partir del Blond Ambition Tour sentaron todo un precedente en el mundo del espectáculo. Supo incorporar el concepto show de forma apabullante con coreografías, vestuarios, visuales, mensajes políticos y crítica donde bailarines, coristas y demás compañía tenían su propio mundo paralelo como si fuera un reality show que sus fans devorábamos fervorosamente y donde nos la sudaba que no cantara en directo porque lo que queríamos ver y vivir era una experiencia total.
Acaba de cumplir 55 años y ahí sigue, no sé si habrá plantado un árbol pero lo demás lo ha hecho todo; recién acabada su última gira que la ha convertido en la mujer que más dinero ha ganado este pasado año no tiene planes de retirarse ni irse a hacerse un «Las Vegas» porque aunque a muchos les pese, ella y sólo ella sigue siendo Su Majestad La Reina del Pop y ante usted yo me postro y beso el suelo por donde pise.
Ilustración: María López Robledo