El cine americano está plagado de triunfadores. El triunfo es algo que todo protagonista que se precie busca contra viento y marea. Ya sean policías, deportistas, abogados o lo que sea, lo que cuenta es ese triunfo glorioso al final, por algo existe la expresión “sueño americano” y no “sueño de cualquier otro sitio del mundo”.
Pero dentro de toda esa gloria, de todo ese triunfo con banda sonora de John Williams o similar, existe un esplendor americano que brilla con luz propia, aunque sea luz de bombilla de 40w. Estoy hablando de American splendor, la película basada en la vida y obra de Harvey Pekar, titulada como su comic más famoso.
American splendor es del 2003, o sea que con más de diez años podría considerarse una película vieja. Sin embargo sigue siendo totalmente fresca, palabra que habitualmente odio para describir una película, pero que se aplica. Divertida y amarga a la vez, American splendor cuenta la vida de Harvey Pekar, un auténtico héroe americano. Es genial la secuencia del “trick or treat” en Halloween y la señora de turno que abre la puerta va diciendo encantada los disfraces de los niños: Superman, Batman, y… un niño con cara de asco, que no es otro que Harvey sin disfraz. “Eso no suena a superhéroe”, le dice la señora, a lo que Harvey responde “¿Por qué todo el mundo tiene que ser tan estúpido?”. Esa pregunta se la repetirá a lo largo de toda su vida. Con un trabajo aburrido, una vida llana, un nihilismo galopante, disfonía crónica y un rictus de odio al mundo en su cara, Harvey no tiene otra salida que plasmar su vida en forma de comic. Así, con la ayuda de su amigo el genial ilustrador Robert Crumb, nace American Splendor, una historieta autobiográfica que lo salva como ser humano y que eventualmente lo lleva a ser famoso en el medio, a ganar premios, y a encontrar el amor junto a Joyce Brabner.
Más allá del hecho de que American splendor está basada en una historia real, o quizás por eso, no podemos evitar maravillarnos ante la sencillez de su encanto. Ante lo fascinante de un personaje que tiene todo para ser un perdedor y sin embargo triunfa. Triunfa como artista porque logra desnudar esa vulnerabilidad sin dar pena, porque no pretende ni intenta engañar a nadie vendiendo una imagen que no lo representa, porque incluso es capaz, cuando le diagnostican cáncer, de transformar esa experiencia en Our cancer year, novela gráfica que escribió con Joyce Brabner
Sus directores, Shari Springer Berman y Robert Pulcini se valen de recursos de cine documental, género en el que habían hecho toda su carrera hasta American splendor, su primera obra de ficción. No sólo con entrevistas incluso al propio Pekar, a Joyce y a otros personajes reales, también con imágenes del Late Night with David Letterman en el que Pekar solía aparecer como invitado. A la vez, la película invita a meterse dentro de un comic, con grafismos y otros aspectos del lenguaje que hace que por momentos nos asomemos a la vida de Pekar a través de una viñeta.
Junto a los Harvey y Joyce reales, y dándoles vida, están Paul Giamatti y Hope Davis en una despliegue bestial de talento interpretativo. Giamatti, un actor que me encanta, se mete prácticamente dentro de Pekar, es imposible no creerle algo. Crea un Pekar tan conmovedor, tan auténtico, que tiene autonomía e identidad incluso enfrentado al verdadero. Lo mismo Hope Davis, que me parece talentosísima y no demasiado apreciada, se transforma en Joyce, no sólo físicamente, en la voz, en la actitud, es como ver a otra persona. Es ver a los personajes, lo que realmente tiene sentido.
Creo que esa señora que le abrió la puerta a Harvey cuando era un niño estaba confundida. Harvey Pekar es el auténtico héroe americano, ve la realidad y la retrata como es, con sus contras que son más que sus pros. Hay una secuencia de la película en la que van apareciendo las diferentes viñetas del comic, a la vez que se recrean en la ficción. No es más que una seguidilla de pequeñas frases célebres: viajando en bus: “El autobús te ahorra tiempo, pero no te alarga la vida”, remendando un abrigo destrozado: “un poco de pegamento, y este abrigo tira otro invierno”, tomando un café sólo en un bar: “estoy desesperantemente solo y endemoniadamente cachondo”, mirándose al espejo: “esa es una decepción en la que puedo confiar”. El mismo Pekar dice en una entrevista incluida en la película: “soy un tipo pesimista”, a lo que Joyce responde “yo creía que me casaba con alguien con sentido del humor”, y Harvey remata “supongo que te engañé”.
Hay quienes triunfan estrepitosamente, con una orquesta detrás y aplausos arrebatadores, y hay quienes triunfan simplemente logrando que sus propias vidas se transformen en una obra de arte que va más allá. Triunfo es hacer algo grande a partir de lo pequeño. Pekar dice: “perderé la guerra, pero el objetivo es ganar algunas batallas en el camino, ¿no?”. Ese es el gran triunfo de Pekar, plasmar ese pesimismo, ese anti sueño americano y hacer que brille con todo su esplendor.
Por Inés González.