No se si os habías fijado, queridas Antonias, que de un tiempo a esta parte (básicamente desde el 11-S hasta nuestros días), todas las series, telefilmes, películas porno y tiras dominicales de comic de Garfield que trataban sobre espías, tenían un componente en común: todas parecían la cabalgata de Orihuela de Moros y Cristianos.
Y es que aunque no os lo creáis, hubo un tiempo en que había mucho tipo de espionaje, no solo el de Obama en los Whatsapp de los grupos de colegas que se mandan vídeos porno y capturas de Twitter, antes podías encontrarte en algún guión con recao a un agente del MI6-MI7 (servicio de inteligencia británico) en busca de un terrorista irlandés, a un policía del Mossad (inteligencia israelí) ayudando a encontrar a un mafioso de la Europa del Este para confiscarle un cargamento de Matrioskas explosivas… ¡que cojones!, incluso podías toparte con un cabo primero del CNI (¿inteligencia española?), echándose el botellín de media mañana, ducados sin filtro en mano, mientras un comando de ETA robaba un cargamento de dinamita a 15 metros de su posición.
Ahora ya no, ahora solo vemos a la CIA buscando islamistas bajo las piedras y registrando turbantes en los arcos de seguridad de los aeropuertos. Por eso se alegra uno de que los muchachos del canal FX Network se hayan echado al monte creando «The Americans», una serie ambientada en los Estados Reunidos de América de los años 80, durante la administración de Ronald Reagan, y que trata sobre unos espías de la KGB (¿a que ya ni os acordabais de que hubo espías rusos comunistas supermalvadosos?), infiltrados en USA como ciudadanos corrientes y molientes de esos de familia feliz.
Ahora todo son teléfonos móviles de última generación, GPS, minicámaras, micrófonos de largo alcance, disfraces de lagarto gigante… pero en «The Americans» podemos ver los comienzos del espionaje con equipos camuflados de escucha del tamaño de un melón de Villaconejos, zapatófonos de corto alcance, y maravillosos trajes de seguimiento indetectable gracias a una boina calá sin pitorro en lo alto… ¿acaso no echáis de menos aquellos años? ¿Cinematográficamente hablando, no añoráis los tiempos anteriores a la caída del muro? Y cuando digo la caída del muro no me refiero al pueblo ese que tiene una curva muy mala y todas las semanas se choca un camionero contra una casa, me refiero a los tiempos de la Guerra Fría.
«The Americans» son todo ventajas: un elenco de actores de primera fila compuesto por Keri Russell (protagonista de Felicity), Mathew Rhys (este no es muy famoso, pero tiene toda la cara del Agente Mahoney de Loca Academia de Policía cuando era joven), Noah Emmerich (clásico actor secundario de Hollywood de los de toda la vida) y otros célebres artistas del ramo. ¿En cuanto a la tensión argumental? impecable, no puede uno pedir mejor oficio… ¿la ambientación?, extraordinaria, después de cada capítulo le dan ganas a uno de ponerse hombreras para no desentonar, ¿y los guiones?, pues de un acabado fenomenal y un apurado mas perfecto que el de la nueva Gillette Mach de 45 hojas extra-afiladas.
¿Se le puede poner alguna pega? Pues hombre si, que estando ambientada en los años 80… ¿como no sale Eddie Murphy que se pasó toda esa década metido en todos los charcos?, si, este es un fallo menor y excusable, pero un fallo al fin y al cabo.
¿Que por qué os conmino desde el fondo de mi caparazón a que veáis «The Americans»? Pues porque como dijo recientemente el prestigiosísimo Premio Nobel de Lliteratura Tomas Trastömer en la última conferencia que dio en su Estocolmo natal, y cito textualmente: «No os perdáis «The Americans», chavalitos, porque mola tanto que viéndola os lo vais a pasar mejor que una vieja montá en El Látigo».
Por Iván Casquete