Comenzamos esta nueva sección con la bestia negra de las retinas sensibles: las botas blancas. A nadie le quedan bien las botas blancas. Ni a las Vanes, ni a las Jenis, ni a nadie. Bueno, a lo mejor a alguna súper modelo en una estación de esquí. No, retiramos lo dicho, ni siquiera a ellas. Son feas y ya.
Para empezar, debes llevarlas impecablemente limpias, con lo que no puedes ni andar, ni ir en metro, ni conducir, ni realizar ninguna actividad que implique el rozamiento con ninguna superficie, no digamos ya caminar.
En el caso de que lo consigas, que lo dudamos, siempre parecerá que te has roto las dos piernas. Ni altas, ni bajas, ni con tacón, ni sin él. Son los zapatos más feos y menos combinables del planeta (otro día vamos a por las Crocs, no os preocupéis). Por más fina que vayas, esas botazas blancas romperán el estilo de cualquier look que te hayas currado, porque siempre parecerá que eres una dependienta del Bershka saliendo de su turno en el centro comercial.
Y que me perdonen las dependientas del Bershka que ni usan ni van a usar en su vida unas botas blancas, pero es que es así. Aunque sean unas Chanel y te hayan costado una fortuna.