Hace unos días tenía un post escrito sobre la camaradería masculina y su falta entre las féminas. Explicaba la rabia que me daba no haber encontrado ese sentimiento cuando he empezado en un trabajo nuevo, he aterrizado ante un grupo de desconocidos o simplemente cuando me he cruzado con una amiga que iba acompañada por otra mujer.
Me lamentaba porque, coño, no lo comprendía.
Pero entonces me ha pasado algo. Algo que hacía años que no me pasaba, una década o incluso más. Me crucé con un tipo de mujer que creía extinto: la mosquita muerta.
¡Ay amigas! Me impactó tanto su aparición que he decidido escribir sobre ella aunque no he debido de ser la primera porque ya el refranero nos previene claramente: “líbrame señor de las aguas mansas que de las bravas ya me libro yo”. Si te nombran hasta en los refranes es que debes de haber tocado los huevos pero bien.
La mosquita muerta es, en principio, una chica aparentemente agradable. Tiene un aire post adolescente y suele ser lánguida y frágil en apariencia. Probablemente la hayan abandonado en alguna relación anterior y le esté costando mucho recuperarse. Es poseedora de algún rasgo físico característico que la hace más vulnerable. Como estos pececitos encantadores que se esconden en la arena y cuando pasa otro más pequeño ¡zasca! resulta que eran todo dientes.
Parecen necesitar permanente protección masculina y eso a los hombres les vuelve medio locos. Creo que les activa algún gen latente porque es infalible. Mujer en apuros, machito que cae. Mujer autosuficiente, machito que huye. Ellas lo saben y además, lo potencian. Que si las han dejado (como a todas, caris) tienen una pena que no les cabe en el pecho. Que si las han echado del trabajo (como a todas también, caris caris), es porque les han hecho mobbing sin saber ellas porqué, que si tienen el dedo gordo del pie torcido es porque la vida les trata fatal y la naturaleza no ha sido generosa. Y así hasta poder componer una canción de Nino Bravo.
Todo en ella está diseñada para que le cojas confianza. No habla por no molestar, que por cierto, bonita frase ¿eh? ya la comentaremos en otra ocasión. Si te habla (a ti claro, a ellos solo les mira de reojillo y sonríe) es para ensalzar tus virtudes, es servicial, atenta (pelota incluso), y está absolutamente encantada de conocerte. Te va a preguntar tu edad que no va a creer cuando se la digas, si te quejas de tu peso va a decirte que estás estupenda, si necesitas bebida se ofrecerá a traértela, etc. Vamos, que acabas de conocer a tu abuela reencarnada en una nueva amiga de barbacoa.
Qué bien, qué bonito todo. Tienes una nueva colega que en menos de un día te ha fichado para mantener el contacto por siempre jamás, porque te ha fichado en todas las redes sociales posibles, por teléfono y hasta por mail. Porque ella nunca había conocido a nadie como tú, le has caído tan bien que no puede perderte. Y ahí te dice la verdad, no puede/quiere perderte… de vista.
Ahí ya deberías estar corriendo como si te persiguiera Hacienda nena.
Porque tú no lo sabes aún pero algo quieren de ti. Y, sorpresa, normalmente tiene que ver con un hombre. Algo que tú (que ya peinas canas) ni siquiera te planteas como motivo de acercamiento a otra mujer parece ser que lo es.
Y cuando tengan lo que quieren, que tu te enterarás con el paso del tiempo y por supuestísimo, nunca por ellas (que tanto habían alabado la sinceridad entre las personas) sino a modo de chisme o por un ZASCA en toda tu cara por las redes sociales, benditas ellas, pues desaparecen.
Pues esas mujeres, disfrazadas de personas normales, esas engaña bobos (y bobas, entre las que me incluyo) están entre nosotros. Como amigas de amigas, como novias de algún incauto, como futuras novias de nuestros hermanos, como el pececito enterrado en la arena; y son ellas las que hacen que la camaradería entre nosotras sea tan complicada porque mientras existan mujeres dispuestas a vender a otras por un hombre o por trabajo, que también, lo tendremos muy, pero que muy complicado.
Gracias a ellas hemos tenido que escuchar tantísimas veces lo de “es que no te puedes fiar de una mujer”, ahora lo veo clarísimo. Claro que puedes fiarte de una mujer, de una de verdad sí. Y haberlas, haylas pero esas seguro que no se callan por no molestar.
Mi consejo ante una mosquita muerta es fumigar lo antes posible porque las caretas para Carnavales, reinas.
Imagen: http://stefanobonazzi.deviantart.com/art/Undecided-75540595
Ainssss Antonia que tengo varias así, que bien las defines, que calas las tienes, yo a una precisamente le dije bay bay la semana pasada. .esa chica desvalida que solo con un golpe de melena y su lánguida «almaenpena» , tienen enganchados a los tíos ..que penan me dan, los tíos digo, ellas me dan exactamente igual..
Hola Lara, muchas gracias por tu comentario!!! La verdad es que éstas cuanto más lejos, mejor. Ya te buscarán ellas cuando algo quieran de ti ya…. un abrazo!
Fui una mosquita muerta. Sí, más joven, más asustada, más insegura, más educada para callar para no molestar. No es extraño que las mosquitas muertas sean jóvenes como las describes. Admirando desde esa postura a las mujeres seguras de sí mismas que eran atractivas por cada cosa que sí se atrevían a hacer y decir. Tuve un amigo en la universidad, que luego me presentó a su novia y casualmente con ella nos caímos bien. Con el tiempo ese hombre comenzó a presionarme para ser amantes. Callé mucho tiempo y le dije que no muchas veces, hasta que por inseguridad, gusto y ansias de vivir y seducción de su parte, caí en su juego, que pensé que no lastimaría a la chica, a quien consideraba mi amiga y la admiraba, porque era más segura que yo. Siempre sentí que a su lado era insignificante porque él nunca se animó a dejarla por mí, así que sentía que yo no rompería esa relación. Hasta que ella leyó unos correos, y todo se fue al traste. Me sacó de su vida. Aún hoy cargo con esa culpa. El resultado: él le dijo no sé qué y volvió a estar con ella. Ella lo perdonó, y conmigo mantuvo el contacto cero, quizás porque pensó que esta mosca muerta había sido la que lo sedujo. Era aterrador pedirle perdón por un juego que inició él y que tontamente acepté. Cuando ella se enteró el tipo me botó; volvió a buscarme luego de que ellos se dejaran por otras razones, solo para fijarme en su lugar de amante porque se buscó otra novia. Y así desarrollé una insólita relación tóxica en donde desarrollé una increíble dependencia emocional a un hombre que nunca quiso darme nada serio. De ella no volví a saber, pero aún siento una culpa muy grande aunque ella ya ni piense en mí. Conclusión: es duro abrazar la sororidad si hay mujeres que siguen peleando con otras por un hombre. Pero pensar que la infidelidad es siempre causa de la mujer es estar equivocado. A veces las terceras personas, las chicas lánguidas y con modales, se sienten tan insignificantes que se resignan y conforman con una posición de amante, admirando incluso a las novias o esposas oficiales. Ser la tercera persona involucrada no siempre se escoge a voluntad: para entrar en ella solo necesitas tener baja autoestima al no saber valorarte. Y claro, el machismo de los hombres infieles atraídos por nuestra inseguridad, que solo parecen sentirse validados por mujeres más inocentes, ingenuas e inseguras que ellos. No me estoy quitando culpas, porque cometí errores y causé dolor. Pero estar con un infiel también puede ser una experiencia muy dolorosa en la que te enganchas y crees que solo mereces ese enganche clandestino como forma de quererte. Si me dejé llevar, para mí era claro que nunca le quitaría su lugar a esa mujer, como en efecto sucedió. No defiendo a todas las mosquitas muertas, porque algunas habrán que sí compiten deliberada y encarnizadamente contra las mujeres por un hombre. Pero le aseguro a la autora que llevar caretas no solo no puede ser divertido, sino que puede esconder dolor, culpas, miedo, desprecio por uno mismo. Y al final, te quedas sola, y más vulnerable que antes. Quizás la fraternidad entre mujeres pueda construirse desde la comprensión de la realidad de mujeres en pleno proceso formativo. Los miedos no me los he quitado, pero espero que ya no me hagan caer en relaciones con orígenes tan tóxicos, y convertirme en una mujer segura que defiende su integridad y valía. También es machista, no olvidemos, atribuirle la responsabilidad de la infidelidad a una sola persona, en este caso, la mujer, y no acusar también al novio/esposo brincón bajo el argumento de que se dejó seducir por la languidez de una jovencita y el pobre no tenía ningún recurso para defenderse, cuando la realidad puede ser muy distinta al ser él el inmaduro que no puede respetar un compromiso. Quise dejar mi testimonio, un poco largo, porque creo que la naturaleza del mal no es tan oscura como muchos piensan, y aún así, con mi experiencia de dolor, aprendí a creer en la amistad y camaradería entre las mujeres como ideal de vida.
Te ofrecen un espacio de opinión en una revista de moda y con un target claro: las mujeres,
y este es el tema filosófico estético que priorizas.
Nos queda claro que la NUMBER ONE en camadería femenina eres tu, cari, cari…
Tomaremos ejemplo!