La tradición de ir al cine para ver a un actor bueno (bueno de que está bueno, no de que es buen actor) se remonta a los inicios de la cinematografía.
Ya desde el cine mudo existían esos galanes, tipos arrebatadores que literalmente levantaban en volandas a la actriz de turno.
Es verdad que en la época de Rodolfo Valentino o Errol Flynn, las mujeres eran damiselas en peligro a las que había que levantar o ahí se quedaban.
Con el paso del tiempo, la mujer en el cine comenzó a tener ella misma el peso de una heroína. No necesitaba que la llevaran en brazos. Se valía por ella misma y muchas veces era más fuerte que los hombres. Así y todo, ya no por necesidad pero sí por placer, estas mujeres buscaban ese hombre arrebatador.
Por eso en Lo que el viento se llevó, Scarlett O’Hara, la mujer sobreviviente y dura por antonomasia, no se puede quedar con el tibio Ashley Wilkes. Un personaje así pide a gritos un Rhett Butler.
Tampoco la princesa Leia, heroína de los frikys del mundo entero gracias a Star wars, se puede quedar con el buenazo (que encima es su hermano) de Luke, ella merece un Han Solo.
Por algo en Jamón, jamón, Penélope Cruz se queda con el bestia de Javier Bardem (como en la vida real), y no con el calzonazos nene de mamá de Jordi Mollá.
Por algo también, Jean Grey, la mutante más poderosa del mundo de la saga X-men, querrá mucho a Cíclope, que es muy majo, pero no deja de fantasear con Lobezno: Hugh Jackman. Obvio, no hay que darle muchas vueltas.
Y mucho antes que el cine, estuvo la literatura. No por nada siguen triunfando las historias de Charlotte y Emily Brontë. Las adaptaciones al cine de Jane Eyre y Cumbres borrascosas son muchísimas y siguen en aumento. Heathcliff y Rochester también son esos tipos que te levantan del suelo con un solo movimiento y te llevan a galopar por los páramos. Por supuesto Cathy y Jane son las mujeres para ellos, de ahí la famosa frase de Cathy: «Yo soy Heathcliff».
Muchas veces se cree que esa necesidad de un tipo fuerte que haga perder los pies es un signo de sumisión femenina. De poco feminismo, por decirlo de alguna manera. Nada más alejado de la verdad. Para que un hombre así tenga sentido, la mujer que le de réplica tiene que estar a su altura. Si no es así, ese tipo será una caricatura. Te hace perder el interés si ves que le gusta una aburrida que no se lo merece.
Hay una expresión en inglés que me encanta: «sweep somebody off their feet», literalmente en una traducción horrible sería «barrerle los pies a alguien». En realidad es hacer que alguien se enamore perdidamente de algún otro, pero así de repente, como que te hace perder los pies. Supongo que, en parte, la tradición del hombre que en el cine tiene ese efecto sobre las mujeres viene de ahí. Si no es así, no importa. Suena bien.
Por eso triunfan los galanes, los que te levantan en volandas, los que te hacen perder los pies en cuanto aparecen en pantalla. Porque todas necesitamos soñar con ese momento en el que nos barren lo pies. Pero no para caer al suelo. Para salir volando.
Inés González