Pilar Gómez es una tía que se atreve con todo. Regresa a la escena madrileña dela mano de Fernando Soto con Mejorcita de lo mío, un canto a la exaltación de las pasiones que encierra la mujer de hoy en día. La verdad es que leído así pueden pensar ustedes que nos encontramos ante otro monólogo absorbente en el que uno de esos aburridísimos personajes maniaco depresivos que tanto nos encontramos en la cartelera de ahora, intenta hacer reír a un no menos aburrido público con juegos de palabras poco ingeniosos y secuencias humorísticas más trilladas que una edición de Gran Hermano. Gómez traslada su ingenio y savoir faire al Teatro Arlequín, en el corazón de la Gran Vía madrileña.
Pilar nos recibe en bragas (literalmente), y poco a poco nos va descubriendo cómo es la vida en los diferentes estadios que conforman su propia alienación. La mujer sufre por el paso del tiempo y las relaciones pasadas que ya no son, por esa madre controladora y maleni hasta la médula que la llama a todas horas, por esa niña educada en colegio religioso que quiso emanciparse de sí misma, por ese yo pasional víctima de todos los pecados capitales por separado o a la vez. Y puede parecer complejo, pero Gómez sabe desenvolverse como pez en el agua para hacernos estallar en carcajadas entre tanta miseria personal; una miseria que no es definitiva y cuya luz sanadora proviene de nosotros mismos
La puesta en escena, sencilla y práctica, nos introduce en las convenciones de un imaginario social bien tangible. La actriz onubense muestra la maestría en su lenguaje corporal, lleno de energía y a la vez de contención. Pilar es capaz de meterse en uno, dos y tres personajes a la vez sin perder esa naturalidad que tanto le caracteriza. Aplaudo con gusto la ejecución bien lograda de un texto sin excesivas pretensiones, incisivo, tierno aunque con algunas lagunas.
Sinceramente creo que es muy positivo poder disfrutar sobre las tablas a una actriz tan versátil y con un texto tan divertido. Desde ese momento me he hecho seguidor incondicional de la lucha contra la secta del “nopuedismo” y demás clichés que tantas veces nos escupen en nuestra vida rutinaria. La lucha contra esos antiguos estereotipos de la mujer es muy positivo enfocarla desde el punto de vista del humor, más ahora que las nuevas mujeres alienadas deciden perder el tiempo haciendo crochet o aprendiendo a cocinar los horrendos cupcakes. Veintitrés años que nos abandonó Dalí y los museos cada vez están más vacíos; quizás ésta es una de las razones.
Zäpp Amezcua