La escuela de la desobediencia

No puede haber romanticismo sin erotismo, sexo y lucha contra el pudor. Simplemente con esto ya podemos irnos preparando. El Teatro Bellas Artes nos trae de la mano de Luis Luque La Escuela de la Desobediencia, un montaje que, con un año de edad, está resultando uno de los grandes éxitos de la temporada. Y aunque estas primera líneas puedan parecer que estoy dando demasiado bombo, quiero dejar claro desde el principio que he quedado completamente maravillado con esta obra de teatro. El gran Paco Bezerra es el que se ha encargado de adaptar este texto procedente de un relato del siglo XVI de Pietro di Aretino.

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Susanne y Fanchon son dos primas que se encuentran tras recibir la noticia que otra pariente ha sido ordenada monja. La noticia de que la pobre Fanchon puede encontrar su destino en el mismo convento hace que Susanne no pierda el tiempo en incitar a su prima a conocerse a si misma, en despertar sus pasiones y su femineidad. El amanecer sexual de Fanchon no se hará esperar gracias a las enseñanzas de su prima, materializadas en un a peculiar escuela cuyas disciplinas impartidas se debaten entre el conocimiento del cuerpo, el placer carnal y el erotismo, el arte del flirteo y, sobre todo, la desobediencia. Y no queda demasiado tiempo, el destino de Fanchon puede estar ya delimitado por la celda de un frío convento o los muros del dormitorio de un marido impuesto.

Acudir a un teatro a ver a Cristina Marcos es ya de por sí un placer; una de las grandes a pesar de que no todos comparten mi criterio. Si ello lo sumamos con la colaboración del savoir faire de María Adánez, una actriz con un potencial sobre las tablas infinitamente por encima que su cámara televisiva, podemos decir que la sensación casi de orgasmo que uno siente en la butaca es bien palpable. La escuela de la desobediencia se trata de una pieza con una dirección impecable, un vestuario selecto y una escenografía simbólica que nos traslada a la mujer de hace siglos, romántica y afanosa y donde cada espacio está bien estudiado. Cristina y María brillan con luz propia, cada una en su puesto, sin histrionismos fáciles ni ruidos; una ejecución limpia y calculada, valiente y descarada. Y si, podemos emplear la palabra “maestría” en estas dos actrices que han sabido mezclar el erotismo con la comicidad y la habilidad dialéctica sin romper el ritmo. Y a pesar de que coincidió con el Día de la Música y un grupo de manifestantes nos fastidiaron un poco la acústica y a un impresentable le sonó el móvil cuatro veces (se salió de la sala a la cuarta vez, de vergüenza…) la música en directo y la presencia de estas dos maravillas de la escena hizo que nos destrozásemos las manos aplaudiendo

Salir del Bellas Artes después de esta experiencia es pensar en la cantidad de mujeres como Fanchon que hay en la sociedad. Por lo pronto nos quedamos con la de María Adánez que, siendo irreal, nos ha mostrado a una actriz de verdad.

antoniamagazine-teatro-La Escuela De La Desobediencia 144 LuisCastillaFotografia

 

Zäpp Amezcua