El pasado 8 de Marzo nos invitaron a la Premiere de De tu ventana a la mía, una película de la directora Paula Ortiz y protagonizada por Maribel Verdú, Leticia Dolera y Luisa Gavasa. Después del continuo bombardeo publicitario y de un boca a boca más cercano al graznido y al cotorreo, nos picó la curiosidad y nos plantamos en la sala Proyecciones. En esta ocasión decidí ir escoltado por una guardaespaldas de lujo, la actriz Fredeswinda Gijón, que me hizo de carabina y a la vez de medidor de la temperatura del petardeo que se podía masticar en el ambiente.
La cola de gente era un espanto. La verdad es que no es de extrañar cuando las entradas, parece ser, las sorteaban en blogs, revistas y demás, según nos comentaron en la puerta una pareja de agraciados. Nada más entrar pudimos ver, de nuevo, de lejos a nuestra querida Marta Larralde, a la que no pudimos saludar. El photocall no mostró demasiada actividad y no muchos medios de los convocados hicieron acto de presencia, o eso creía yo. La realidad es que todo el mundo se había apuntado a la degustación de gintonics de cierta marca de ginebra (que no vamos a nombrar porque no hacemos publicidad gratuita y porque está más mala que mala) y habían pasado bastante de los formalismos. Había que pegarse para que te sirvieran una copa de balón llena de tónica infestada de hielos y unas gotas del licor que esa marca hace llamar ginebra. Pero claro una copa de balón luce, siempre luce, y ya te pueden echar Mr. Proper con una rodaja de limón que si la copa es mona, alzas la mano en plan ademán elegante como si te fuera la vida en ello.
Compartimos unos momentos de charla con Luz Valdenebro, que parece ser que es novia de Fran Perea, una actriz de las que me gustan a mí. Altísima, guapísima, elegantísima y cordobesa de raza, compartió escuela con Fredeswinda en Córdoba y nos transmitió parte de los nervios que sentían por el estreno,… enternecedor. Por allí andaban Alex Angulo, que sinceramente parecía un indigente que se había colado en el sarao; Pablo Rivero, tieso como un palo de colgar chorizos, como siempre, dando la sensación de que lo almidonan entero antes de salir de casa; Montxo Armendáriz, que parece que tiene 200 años, ¿qué le ha pasado a este hombre?; Paula Ortiz, la directora, con un vestido naranja hoooooooorrendo, y ya al entrar, casi nos damos de bruces con Jan Cornet (el último goya revelación masculino), que a punto estuvo de colarse dentro de la sala con el gintonic en la mano, pero no le dejaron. ¡Otra vez será, Jan!
Pero entremos en materia. De tu ventana a la mía narra tres historias de tres mujeres que vivieron un amor truncado en tres épocas bien distintas de nuestra historia: los años 20, los 40 y la década de los 70. Realmente narra la historia de una decisión tomada, de cómo una mujer decide la forma de enfrentarse a su vida en la búsqueda de la consecución de sus sueños. La idea de la fugacidad y la ponderación de la dignidad se hace presente durante toda la historia, “Porque hay historias de amor que son como las amapolas… rojas, frágiles, casi viento, pero se agarran a la garganta toda la vida”. Lo primero que he de decir, y si no reviento, es que elegir el día de la Mujer trabajadora para estrenar no es fortuito ni reivindicativo, es el reclamo comercial más oportunista del mundo mundial. Estoy convencido que si se hubiera estrenado en otra fecha otro gallo cantaría. Y es que nos encontramos ante un trabajo de luces y sombras, una cinta que ha cuidado la supremacía de la forma frente al fondo pero que nos quiere vender lo contrario. Con un texto cuidado que en ocasiones se edulcora demasiado y en otras se torna excesivamente evidente, la directora realiza un perfecto retrato de las diferentes épocas, cuidando los detalles en la recreación de las imágenes. Focaliza todo en el tríptico que forman las tres actrices, cuyo trabajo interpretativo no es fuera de lo común, simplemente lo tachamos de correcto. Tópico tras tópico, el film puede llegar a hacerse pesado, de no ser por esa maravillosa fotografía, obra de Miguel de Amoedo, al cual veneramos desde hoy
Pero para ser justos, a mí lo que me ha fascinado ha sido la dirección de arte. La recreación de las secuencias y la búsqueda del sentido estético han hecho que Pilar Quintana, directora de arte, se convierta en la protagonista absoluta. Espectaculares paisajes exteriores en contraposición con interiores llenos de significación. Las imágenes empiezan a hablar por sí solas haciendo el trabajo que el guion se deja en la cuneta. Es como si a un merengue empalagoso le echaran frutas del bosque por encima para darle color y gusto agradable. Y es que con un texto tan tedioso, si la dirección de arte falla, corren el riesgo de terminar todos en la picota de la crítica.
En resumidas cuentas, es una película que hay que ver para que nos demos cuenta de que en España trabajan grandes profesionales de la dirección de arte y la fotografía. Por lo demás, muy mediocre… y esta vez si hay muchos que coinciden con nosotros