«Prodigiosos Mirmidones» es el título de una exquisita antología (y apología) del dandismo, recopilada y explicada por Leticia García y Carlos Primo, e ilustrada por Marina Domínguez Garachana, a cuya presentación «en sociedad» tuvimos el placer de asistir.
El entorno no podía ser más adecuado: el Museo del Romanticismo de Madrid.
En un salón que podría haber sido una de las salas en las que se reunían la aristocracia y alta sociedad de las fashionable novels cuyo protagonista era Vivian Grey, asistimos a la mínima charla de los autores, y a la extensa perorata de su prologista, un Luis Antonio de Villena que se sentía más autor y protagonista que ellos mismos, interrumpiéndoles (bueno, principalmente a ella… ¡ay, esa misoginia, que nos pierde!) y tomando, un tanto a la fuerza, las riendas de la presentación. O así lo «sufrimos» los que acudimos a la convocatoria. Aunque no es de extrañar si nos remitimos al prólogo de la obra: léanlo, y así saldrán de dudas sobre el ambiente en el que se desarrolló el acto.
Es la segunda vez en pocos meses que acudo a la presentación de un libro y el prologuista (casi siempre introductor en la presentación), se crece de tal modo que no sabes si realmente es él el autor, si está hablando de otra obra, si no se ha tomado su medicación, o que…
Habría que recordarles, a todos, así en general, que el prologuista SIEMPRE está detrás del autor, nunca es más importante que él, y menos aún el día que presenta su obra, porque es SU DÍA.
Pero aquí (gracias a dios, porque nos falla la paciencia) no es Villena quien nos ocupa, sino la obra, «Prodigiosos Mirmidones», porque prodigioso es que alguien en nuestro país tenga el buen gusto de publicar una obra de este calibre.
Nos dicen los autores que los mirmidones eran un pueblo empeñado en cultivar unas tierras desfavorecidas por los dioses, con un empeño y una tenacidad legendarios. Me consta que ellos han tenido la tenacidad de los mirmidones persiguiendo la publicación de esta obra, y yo se lo agradezco de corazón. Básicamente porque, aunque enfervorizada lectora de casi todo lo que cae en mis manos o ante mis ojos, me considero profundamente ignorante, y aparte de Balzac y Wilde, no recuerdo haber leído nada más de ninguno de los autores que en él aparecen.
Por no añadir que lo que yo consideraba un «dandi» era algo completamente opuesto a lo que es en realidad, gracias, una vez más, a las revistas de moda y los medios de comunicación, que llaman «dandi» a cualquiera que lleva un corbatín.
Les recomiendo, queridas antonias, la lectura de esta obra. Eso sí, con lápiz para subrayar, ya que podría considerarse un libro de texto de cultura general. ¿Para cuándo su lectura obligada en escuelas de moda?. Menos vogues, menos blogs insustanciales, y más Prodigiosos Mirmidones.