Edgar Alan Poe, el gran escritor buque insignia de la novela gótica universal, era un sopleras; un tío vinagre que empleaba gran parte de su tiempo en ir de tugurio en tugurio poniéndose hasta las tetas de absenta, y no me pongáis esa cara, Antonias, porque esto que os estoy contando hace ya mucho tiempo que dejó de ser noticia.
La cuestión es que Poe era de morro fino, le gustaba el alpiste de calidad por lo que no bebía absenta de esta que ponen ahora en los bares modernos con mucha iluminación y colorido y que no es otra cosa que vodka con colorante amarillo, el bueno de Edgar tomaba de esa absenta con la que si te pones finolis, alucinas en colores, algo así como el Optalidon (que Dios lo tenga en su gloria), que desde que le cambiaron la composición convirtiéndolo poco menos que en paracetamol, todos los grandes literatos del mundo occidental dejamos de consumirlo.
Seguro que no entendéis muy bien a que viene esta diatriba psicotrópica sobre Poe, la absenta y otras florituras, pues no os calentéis ni empecéis a poner cara de: “¿pero qué martingala sin pies ni cabeza nos está contando este chaval?”, porque todo tiene su sentido y, al igual que las Novelas de a duro tienen planteamiento, nudo y desembrague, y las calzoncillos abanderado son de naturaleza reversible por definición, mis argumentaciones tienen su sentido, ya que este mes voy a hablaros de “The Following”, esa serie con mucho recao que hará las delicias de los que se dejan deliciosear, y que está causando tanto furor a este lado del Pisuerga.
Comenzaré por decir que si sois de esas personas que se acongojan y/o/u amilanan con las series de mucho canguelo o que, debido a ciertas afecciones cardiacas producidas por años de exceso y abuso de esa práctica tan castiza que es la de esnifar Pegamento Imedio, no podéis aguantar los thrillers de terror psicológico, mejor poneos a ver “Pasión de Gavilanes” desde la primera temporada, porque esta serie NO es para vosotros.
La serie trata sobre un asesino en serie muy malvado que, inspirándose en los escritores de novela gótica y, fundamentalmente en Edgar Alan Poe, realiza innumerables fechorías psicopáticas, lo que, ineludiblemente, hace que acabe entre rejas como en su día “Los Chichos” (una de sus mas famosas melodías decía… ¡No quiero barrotes, no! ¡Quieeeeeero libertaaaaad yo siiiiii!).
Como bien es sabido, siempre que un policia echa el guante a un criminal este piensa para sus adentros: “¡Mi venganza será terrible!”, así que el pérfido Joe Carroll (así se llama el maloso), organiza una especie de secta para, junto a sus acólitos trastornados, hacer la vida imposible a su exfamilia (una rubia muy mona que se separó de el, y un chavalín de 6 años) y, sobre todo, al policía que le capturó (el bueno de Kevin Bacon) y que hizo que acabara en presidio por una serie de catastróficos delitos que (a su demencial entender) no había cometido.
Me gustaría seguir relatándoos mogollón de vicisitudes mas a propósito de “The Following”, pero esta es una de esas series sobre las que cuantas menos cosas cuente, mejor, no vaya a ser que acabe levantando alguna liebre (en Cinemanía lo llaman spoiler) y cuando me veáis por la calle, me llenéis la cara de dedos por chafarosla.
Desde mi punto de vista la serie es recomendabilísima, muy bien realizada… con guiones muy pulidos… y todas esas cosas; uno se pasa los 40 minutos de cada capítulo en vilo, algo francamente complicado de conseguir en los tiempos que corren.
Y sí, haré la pregunta que estáis esperando, ¿Cambiaría algo de la serie? Pues si, porque la cabecera de entrada es casi inexistente, si de mi hubiera dependido esa parte habría hecho una cabecera de un par de minutos con imágenes de una dehesa muy frondosa y una música de fondo cuya letra dijera… que se lleveeeeeen a aqueeeeel, malo del aguaaaaaa, que se lleveeeeen a aqueeeeeeel maloooooo del ríooooo, que se lleveeeeen a aqueeeeeel que hay en las soooooooombraaaas, que se lleveeeeen a aqueeeeeel que hay escondíoooooo, pero a aqueeeeeeel Kevin Bacooooon, que nadie lo toqueeeeee, que lo dejeeeeeen tranquilooooo, que no lo provooooooqueeeeeen, ese Kevin bonitoooooooo ya nacío paaaaaaaaa Federaaaaaaaal, los malvadoooooos lo persiiiiigueeeeeen no lo dejaaaaaaaan descansaaaaaaaar, y ademáaaaaaas de bravuraaaaaaaaa, tiene pintaaaaaaa de Don Juaaaaaaaaan.
Vamos, que si después de ver la serie no me dais la razón en lo de la cabecera de entrada y la sintonía… ¡es que no tenéis corazón!