Siempre he dicho que tengo que aprender a decir que NO. Es una palabra corta, contundente y fácil de pronunciar, y hay que ver lo que me cuesta decirla… Por más que mi cabeza esté gritando un NO rotundo ante cualquier situación, debo tener alguna desprogramación importante en mi misma que provoca un “ummmm buenoooo ssssiiiii” final que me convierte en la mayor pringada del mundo, y parte del extranjero.
En una de esas tardes de reuniones, buscando negocio para mi nuevo rol de mujer emprendedora, que tan de moda está y te hace parecer tan superguashionfashion, acabé sentada entre un grupo de mujeres jóvenes y tradicionales, vestidas de color pastel. Una vez más no supe decir NO.
En sus reuniones, que son meriendas en una conocida pastelería pija del centro, toman té, se ve que otra bebida no está bien vista a tenor de las caras de asombro al pedir mi café solo y cargadito, y degustan a pequeños mordisquitos unas “cupcakes” de colores pastel a juego con sus trajes.
Me sorprende mucho este grupo de mujeres, de alto poder adquisitivo, cultas y algunas de ellas con títulos universitarios y carreras laborales muy interesantes, y que lo han dejado todo de lado por cuidar a sus hijos… A esos mismos hijos que dejan a las 9 en el colegio, y recogen a las 8 de la tarde, agotados, después de las clases de piano, tennis, karate y demás actividades extraescolares que permiten que ellas cuiden de sus hijos exhaustivamente tomando té y cupcakes… Pero está claro que cada uno escoge su vida y la vive como la quiere vivir, y no voy a ser yo quien las juzgue aunque no dejen de sorprenderme.
El caso es que en mi intento de conseguir la organización de un evento, acabé tomando “cafeles” y cupcakes con esta fauna, cuando escucho que una de ellas me dice:
– Y a tu pareja le parece bien este tipo de vida que llevas ¿?? – y al ver mi expresión ojiplática quiso aclararlo… – Lo digo por este trajín, arriba y abajo todo el día, sin parar, sin tiempo para los niños y para la casa.
– Es que no tengo hijos, y si tengo tiempo para todos, incluso para mí… y a mi pareja le parece genial lo que hago, y me apoya muchísimo ¡ – contesto yo, maldiciendo dar tantas explicaciones, pero yo soy así de tonta –
– No tienes hijos, Cuki ¿???? – ahora la ojiplática es ella, y las demás, que murmuran entre sí azoradas por compartir mesa conmigo.
– Pues NO. – Yo preocupada, ya viendo mi evento peligrar -.
– Bueno, ya llegarán, tú no te preocupes…
– Tranquila, si yo no me preocupo en absoluto…
Intenté reconducir la conversación a mi terreno para poder cerrar cuanto antes el negocio y poderme ir de aquella cafetería, cuando una de ellas me toca el hombro suavemente y me dice:
– Te paso el teléfono de Mr. Yang. Practica la medicina china y con la acupuntura muchas de nosotras hemos conseguido quedarnos embarazadas después de intentarlo por otros métodos.
– Cómooooorrrrrrrr ¿??
De repente se me vino a la cabeza la escena de Sexo en Nueva York en que una de las protas asiste a una consulta pija, llena de malenis pijas que intentan procrear y asegurar su futuro, y me entró taquicardia.
Y por fin un NO rotundo salió de mi boca, del alma diría yo, y sonó fuerte y contundente, como deben ser los NOES.
– NO GRACIAS, NOOOO, otra vez, por si acaso. Es que NO quiero tener hijos. Sabes ¿? El NO es una opción tan válida y tan respetable como comer cupcakes color pastel.
Me levanté y me fui pensando en todas las faunas que campan libremente por el mundo, y en el denominador común de todas ellas: la falta de respeto y comprensión.
…¡Y que para una vez que consigo decir NO, voy y pierdo un negocio!
por Dina3, Noista en proceso