La danza es un género bastante olvidado por el público. Y no es de extrañar, leer una crítica sobre un espectáculo de danza no anima a nadie a ir al teatro, porque es lo más parecido a recitar esquelas que te puedas echar en cara. Pero como aquí no comulgamos con convencionalismos (insisto, para eso están otros), nos hemos plantado en la Sala Triángulo para ver el montaje de Ana Kuntzerlman, 300 años de Expediciones Polares. Sé que muchos pensareis que con el frío que hace ir a ver un espectáculo sobre los héroes de la Antártida en la sala Triángulo, que no destaca precisamente por su calefacción, es de suicidas. Fuimos previsores y llegamos bien abrigados.
300 años de expediciones polares (resumen) from Ana Kuntzelman on Vimeo.
El montaje en sí recrea con gran acierto la bitácora de Scott en su camino hacia el polo norte. La danza se fusiona con el audiovisual en cada capítulo de los diarios de la Antártida recordándonos aquellas historias que se narraban en las novelas de los años 70. Quizás el exceso del audiovisual en ocasiones desvirtúe alguna coreografía o se note la falta de danza en según que momentos. La frialdad es protagonista en un espacio escénico gélido y desolador, solamente templado por música en directo en consonancia con estudio.
El espectáculo se estrenó el año pasado en el Museo del Traje (eso ya de por sí da buenas vibraciones) y la respuesta del público ha sido evidente. La sala estaba bien llena y con razón. Ya no es que estemos ante unas coreografías bien ejecutadas, sino que hablamos de algo diferente. Detrás del trabajo, bastante correcto, hay una historia fascinante. Si bien es cierto que hay un momento en el que el frío ya pasa a tener otro significado porque es la danza la que quiere hablar mientras que la música le susurra al oído. El que quiera saber más, no tiene más que dejar de preguntar e ir al teatro porque en Antonia nos gusta la danza de verdad y no las mamarrachadas que se ven por ahí.
300 años de expediciones polares (resumen) from Ana Kuntzelman on Vimeo.