Fui una de las primeras en ponerme la camiseta de ANTONIA, en el sentido figurado y en el sentido práctico. De hecho, en mi camiseta real, esa gris que sigo usando muy a menudo, pone «antonia» por delante y #4 por detrás.
Cuando comencé a escribir estos artículos, mi hija menor era un bebé. Ahora tiene 4 años. Lo escribo así, 4, con números y no con letras, porque así lo veo en mi cabeza, como una cifra y no como una palabra. En estos años han pasado muchas cosas, como en la vida de cualquiera. Mi edad también pasó a tener un 4 delante, en lugar de ese 3 que tanto me gustaba. Pero el 4 adquirido hace no mucho, también me gusta. Uno al final se encariña con todo. Cambié de trabajo, empecé con algo nuevo que me ha dado mucho y que me encanta, también volví a otro algo a lo que había prometido no volver nunca (nunca digas nunca, ¿no?), y descubrí que aún puedo disfrutarlo.
Hace exactamente un año escribí un artículo sobre el número 33 en el cine y en él decía (atención que estoy a punto de citarme a mí misma, la vanidad suprema): «Esta cruzada numerológica me llevó a una sola conclusión. Da igual qué número nos propongamos cargar de simbología, porque buscando, buscando, siempre encontraremos algo que nos haga pensar que nos merecemos un espacio en Cuarto Milenio. La verdad no está necesariamente ahí fuera, pero siempre será más divertido buscarla dentro de una sala de cine».
Como sigo pensando lo mismo, me embarqué en una nueva cruzada numérica, esta vez con el número 4. Lamento decir que aunque lo intenté forzar, no encontré nada demasiado interesante cinematográficamente hablando. El número 4 parece tener una maldición fílmica. El 4 suele ser el número de la vergüenza en lo que respecta a secuelas: Pesadilla en Elm Street 4 (fea), Scream 4 (innecesaria), Halloween 4 (ni siquiera sale Jamie Lee Curtis), Indiana Jones 4 (¿por qué, Spielberg?), Crepúsculo 4 (reconozco que no la vi, pero seguro es horrible).
En cuanto a películas que llevan el 4 en el título, me niego a hablar de Los 4 fantásticos por miedo a quedarme dormida haciéndolo, pero encontré Nacido el 4 de julio, esa es buena. También 4 semanas, 3 meses, 2 días, que todo el mundo dice que es buenísima, pero como no la he visto no puedo opinar.
Eso me deja en la encrucijada de tener que dedicarme a hablar sólo de una peli de Oliver Stone que vi hace muchos años, en la que el número 4 es una fecha patria americana y no tiene más importancia que eso. Prefiero no hacerlo.
Un poco decepcionada, busqué otras maneras de hacer que el universo se adaptara a mi idea: películas número 4 de gente, gente que hizo sólo 4 películas, películas con 4 personajes, o 4 historias, o que duren 4 horas. Yo qué sé. Finalmente me decanté por la opción más inteligente, adaptarme yo al universo. Por eso, creo que el número 4 es importante para mí en este momento por mi relación con ANTONIA y eso es suficiente. No le demos más vueltas.
A lo largo de esta etapa antoñil pude hablar de lo que quise. Eso es lo qué más valoro. Tanto que cuando la revista cambió el diseño, mi sección apareció con el nombre de «Inés dice». Al final, es eso. Alguien diciendo, esperando que otro alguien lea y que ese algo dicho y leído se transforme en una conversación. Aunque no nos veamos las caras. Me gusta pensar que todos esos algos, todos esos textos míos y de todos los que escribimos y dejamos parte de nuestro corazón en ANTONIA, siguen flotando por ahí. Y no me refiero a la web, que también, sino al interior de cada uno de los lectores que nos han acompañado durante estas 44 publicaciones.
Este es mi artículo número 44 para ANTONIA. Los conté uno por uno, cada archivo que tengo guardado, cada recuerdo. Los conté dos veces, porque no me podía creer la coincidencia. Quizás es que las coincidencias no existen. Quizás, de alguna manera nos vamos pavimentando el camino de vivencias, hasta que sólo podemos unir los puntos que nosotros mismos habíamos colocado ahí en primer lugar y de repente vemos ese dibujo escondido. Y cuando por fin vemos ese dibujo, qué bonita es la sensación de poder decir: Ah, pero si era eso.
Inés González.