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50 Sombras de Grey, y la sociedad del ‘pest-seller’
Tenemos conocimiento de la existencia de las plagas desde aquellos egipcios que poblaron la tierra hace ya unos cinco mil años. Desde entonces, la vulnerabilidad del ser humano ha ido retroalimentándose con esas grandes desgracias globales, que sesgaban las vidas de pueblos enteros y cuya historia llega a nosotros a través de los más apocalípticos escritos. Pero el avance y la modernidad han permitido que ese hombre per sé inamovible y frágil sucumba a las posibilidades del per accidens en una sociedad de consumo frenética como ésta. Esta pequeña reflexión se ha convertido en principio y fin de mi propia inquietud tras fagocitar con asco y estupefacción las más de quinientas páginas de 50 Sombras de Grey, la última abominación de una de las plagas más dañinas de la sociedad intelectual contemporánea: el mercantilismo editorial. Como toda plaga, las editoriales cuentan con su particular angel exterminador, una Tizona y una Colada fundidas en el mismo acero que reparten mandobles de letras y palabras regurgitadas, intentando adoctrinar y contaminar lo que queda de la sociedad del libre pensamiento. Si, queridos lectores, les hablo del fenómeno Best-Seller, o mejor dicho, “Pest-Seller”, la nueva Peste Negra.
Erika Leonard James, la madre biológica y paridora de esta aberración, sabía perfectamente lo que el mercado pedía. No es de extrañar que la editorial de turno le hubiese encargado un libro picante y perfectamente adaptable a cine y televisión a una mujer que dedicó media vida a la producción de series para el medio y que , para mas inri, está casada con un guionista. Lo sé, apesta. El entramado es bien sencillo, el público lector está cansado de tanta novela histórica y de tanto vampiro enamoradizo sediento de todo menos de sexo. Era necesario romper, y para ello qué mejor que recurrir al machacadísimo recurso de la cenicienta en ciernes de la sociedad moderna (más visto que el tebeo) y devolver a la audiencia lo que le gusta: un buen polvo. Lo sé, apesta. El lector ya no es lector, es un voyeur, el espectador de una historia soez, vulgar, mezquina y hasta MISÓGINA. Sigo sin comprender cómo una mujer puede valorarse tan poco y retratar en su protagonista a la ignominia más vergonzosa del mundo, un personaje estereotipado a reventar y que, a mi juicio, supone la creencia de una autora que debe pensar que la mujer de hoy en día es lela perdida. Lo sé, apesta Y MUCHO.
He tenido la suerte, y entiéndase el sarcasmo, de hacerme con una primera edición original sin traducir; prestada, pues sería una de las últimas desesperaciones en las que invertiría un céntimo. Debo reconocer y reconozco que he intentado hasta en tres ocasiones leerme esto y sólo la fuerza de la imposición me ha llevado a celebrar, entiéndase de nuevo el sarcasmo, la consecución del objetivo al grito de “a la tercera va la vencida”. Como era de esperar, la falta de cualidades para la escritura se hace presente desde el principio con faltas de ortografía y de puntuación que la editorial ni tan siquiera se ha preocupado en corregir. Cuando lo que te interesa es vender, todo vale. La lectura es rápida, de párrafo corto y constante sucesión de diálogos, lo que hace más complicado abandonar la lectura y hace la acción más ágil. Yo diría que esta señora no tiene capacidad descriptiva alguna y lo que ha preparado realmente es un guión. No hay párrafos con contenido real, no hay nada que se quede para la imaginación.
Eso sí, hay que soportar hasta cincuenta páginas sucesivas de juegos de sumisión de clase B protagonizados por dos personajes que son de todo menos creíbles. Y para colmo, después de cada polvo, hay que sufrir las ensoñaciones de una pusilánime sin ego que se hace llamar mujer y que pierde su integridad personal por un casanova de tres al cuarto al que le va el mambo. Es agotador. Hay que soportar también que denominen “sumisión” a una práctica sado tan sumamente light y tan aparentemente traumática. Creo que la señora autora no ha visto una fusta ni unas esposas en su vida. El perfil del amo real dentro del mundo del sado, dista mucho del mandamás de sacarina comprador compulsivo de juguetes que es Grey. Para que el personaje venda, es necesario darle el toque de caballero andante de las sitcom que tanto nos han metido en televisión. El resultado es un caballero que realmente no mete ni la lanza, pero que ya ha creado la dicotomía de la lucha con su oponente. Tedioso…
Como ven, lo que más me fastidia es la falta de originalidad en la construcción de esta barbaridad que hacen llamar obra literaria. No me he podido creer nada de nada. Cuando un autor recurre a los arquetipos de siempre ha de tener mucho cuidado con lo que se tiene en juego. Creo que asistimos a la remodelación de un universo paralelo donde se mezclan Conexión Samantha con ¿Quién vive ahí?, utilizando el torno de un lenguaje sordo y vacío. Seguramente muchos de los lectores y lectoras que no son detractores como yo lo han entendido con esos símiles
Como las grandes editoriales casi siempre piensan que somos imbéciles, igual no caen en la cuenta de que hemos leído historias similares narradas con mejor gusto, o al menos escritas con corrección. A la mente me vienen grandes novelas eróticas escritas en los 60 por señores más serios como Henry Miller o William Goldman (y sus seudónimos). Pero quizás ellos hubieran pasado sin pena ni gloria, porque no conocieron la industria tal y como la conocemos ahora. La industria ahora produce basura como estas cincuenta sombras de la memez, una basura que sin pies ni cabeza se ha colado en el hogar de millones de hogares ofreciendo una muestra de realidad ridícula, hilarante y carente de calidad alguna. Vacúnense contra esta plaga que, rizando el rizo, viene en forma de trilogía para asegurar llenar bien los bolsillos de esos fariseos de las letras que por vender, venderían un mojón. Por mi parte, recurriendo a la RAE, a Cervantes y a las buenas formas definiré esta hediondez como un bodrio; y la RAE define bodrio en una primera acepción como “Caldo con algunas sobras de sopa, mendrugos, verduras y legumbres que de ordinario se daba a los pobres en las porterías de algunos conventos” y “Cosa mal hecha, desordenada o de mal gusto” en una segunda. Es normal que con tanta mezcolanza literaria sea víctima de semejante INDIGESTIÓN
Y por supuesto, próximamente en cines…
Zäpp Amezcua
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