Siempre recuerdo algo que decía un profesor mío de la universidad: para contar que un personaje está aburrido, no hay que aburrir al espectador.
Viendo la última película de Sofía Coppola, Somewhere, no dejaba de recordar ese consejo, y en como le hubiera venido bien que alguien (su padre quizás, o su ex marido, o su ex novio, todos directores) se lo hubiera dado.
No voy a criticar la filmografía de Sofia, porque creo que es una directora que se ha ganado su derecho de piso, y que ha demostrado a lo largo de toda su obra que puede hacer películas muy buenas. De esto puedo dar fe, porque soy una de las personas que se ha tragado todas sus películas. Incluso he visto su corto Lick the Star, y cuando lo vi estaba sentada a dos butacas de ella y de su padre Francis Ford, en un festival de cine en Buenos Aires hace mil años (perdón por la anécdota, pero es muy curiosa). Por cierto, la peli de mi chico que también competía era mucho mejor; igual no ganó ninguna.
En fin, que además de Las Vírgenes Suicidas, que me gusta mucho, también defiendo María Antonieta y, como casi todo el mundo, amo Lost in Translation. Por eso fui a ver Somewhere con mucho amor en mi corazón.
Ya desde el primer plano, cámara fija, plano general de una Ferrari pasando una, y otra, y otra, y otra (sí, cuatro, las conté) vez frente a nosotros, queda claro que la película no va a ser ágil y trepidante. Después también nos tenemos que comer, entre otras aburriciones, un numerito de baile del caño completo, por lo menos con un tema de Foo Fighters, un juego enterito de Guitar Hero, por lo menos con T-Rex, y un plano eterno en el que no pasa nada con un tema de The Strokes de principio a fin, ojo, en versión acústica, a ver si todavía nos divertimos. Hay algo que sí puedo otorgarle a Sofia: tiene buen gusto para la música. Otra cosa que no le discuto es que no nos engaña. La película es lo que es, en ese sentido es honesta. Claro que también en ese sentido es aburrida.
Respeto las películas lentas, las que se toman su tiempo, las que nos cuentan una historia simple, pequeña, en la que parece que no pasa nada. Pero lo que me molesta inevitablemente son los dramas edulcorados de niños pijos, en los que los personajes medio sufren, medio disfrutan, medio todo. En Somewhere todo es tibio. La niña, Elle Fanning, es preciosa y actúa bien, pero no te mueve un pelo. Stephen Dorff, que puede molar muchísimo (ver Cecil B. Demente), aquí es la nada, con tatuajes chulos, eso sí.
Los demás personajes son caricaturas. La historia, una vacuidad.
O sea, dos personajes, hombre mayor, mujer más joven, en un hotel. Si esperaban otra Lost in Translation, olvídenlo. Tienen muchas cosas en común, incluso prácticamente se auto plagia el final, pero no es lo mismo. Eso sí, Somewhere ganó el León de Oro en el Festival de Venecia. Estamos hablando del 2010, donde compitió, entre otras, con Cisne Negro, 13 asesinos, y la última película de Vincent Gallo, que no ví, pero que seguramente es más divertida que esta. No perdamos de vista que el presidente del jurado fue Quentin Tarantino, uno de los ex de Sofia, pero no seamos mal pensados.
Por otro lado, hablando de padres e hijos y de relaciones reales, de personajes vivos, profundos, en España Somewhere coincidió en los cines con dos películas totalmente diferentes, no sólo de la de Sofia, sino entre ellas: El Árbol de la Vida y Another Year.
No voy a ponerme en plan religioso, como hace Terrence Malick, pero la inmensa belleza de las imágenes, la profundidad de las emociones que se transmiten con un gesto por los actores (¿de dónde sacó a esos niños, por favor?), la sensación de, no solo estar viendo, sino experimentando una película, todo eso ya vale el esfuerzo de ver El Árbol de la Vida en el cine.
Como contraste, uno de mis directores favoritos, mi amado y admirado Mike Leigh, con Another Year. Una película hermosa, profunda, tan simple y tan compleja como la vida.
Con personajes, ya no tridimensionales sino que se pasan a la cuarta dimensión, porque el paso del tiempo los hará aún mejores. Donde nos cuentan una historia pequeña, pero tan enorme como el ser humano. En la que lo cotidiano nunca es aburrido, porque el director nos sabe llevar de la mano y meternos en la casa de esa gente tan normal, y tan especial.
Otra curiosidad, me enteré que en algunos cines del mundo, incluida España, si sales de la sala antes de la primera media hora de The Tree of Life, puedes reclamar y te cambian la entrada por otra para una película “normal”. Me pregunto si alguien se habrá animado a reclamar su dinero, o su tiempo que es más valioso aún, con Somewhere.
Claro, Somewhere es guay, en cambio The Tree of Life es una película para flipados y Another Year una para viejales. Tengo clarísimo que nunca fui guay, pero no creía que me iba a transformar tan pronto en una vieja flipada.
Inés González