La factoría Yllana ha decidido volver a la carga con un nuevo y sorprendente espectáculo. El teatro Alfil acoge desde el mes pasado el nuevo montaje de estos genios del humor de la mano de una de sus caras más conocidas, Raúl Cano. Y claro, pensando en Action Man recuerdo al superagente belicoso de la basta Hasbro, que fue serie de televisión para quienes fueron malogrados niños en los 90 y freaks una década más tarde. Action Man se estrena en las tablas de Madrid con fuerza, enfrentándose a un Doctor X más corrosivo y cojonero: la crítica.
Raúl Cano se mete en la piel de un Superagente especial más cercano a Maxwell Smart que a James Bond. En su última misión deberá sortear una enorme cantidad de obstáculos y emplear a fondo sus múltiples cualidades para salir airoso de las más disparatadas situaciones. Action Man no se detendrá ante nada, ni ante la vertiginosa cornisa de un rascacielos, una cagada de paloma o el amor de su chica; hará lo posible y lo imposible para la consecución de la misión que le han encomendado. ¿Llegará Action Man a alcanzar su objetivo?
Lo que está claro es que el objetivo de llevarse el público al bolsillo lo ha conseguido. Las diferentes secuencias se suceden entre las sonoras carcajadas que llenan la sala. Raúl demuestra un dominio perfecto de la expresión corporal deleitándonos con una auténtica verbena de humor mímico y una capacidad de improvisación enorme (Yllana, es Yllana…). Con un desarrollo técnico sencillo y una graciosa escenografía, el actor llena por completo el escenario derrochando arte y, sobre todo sudor. Los elementos sonoros (muchos fallaron, pero en un estreno eso se perdona) cierran la semántica de este trabajo pero haciéndonos echar de menos algún elemento musical. Pero lo más importante es que el ritmo no se pierde nunca, la pieza es dinámica de principio a fin y eso es un gran logro. Se nota que detrás de Raúl Cano hay un trabajo de dirección fabuloso y un equipo técnico que lo da todo. El resto de sorpresas las tendréis que descubrir vosotros mismos cuando vayáis a verla porque, para mí, está más que recomendada.
Y este estreno ha venido acompañado de una nueva iniciativa que nos ha sorprendido, una especie de gastroteatro. De repente las butacas se convierten en sillas y mesas con velas y la posibilidad de disfrutar de diferentes viandas viendo el espectáculo, desde tablas de patatas hasta ibéricos acompañados de una cerveza bien fría. Los más puristas ya han berreado por ahí que comer en el teatro es de mala educación y que oír comer a alguien es molesto, sobretodo cuando se crean silencios. Por mi parte les comentaré a esos torquemadas de la escena que primero vayan a ver la iniciativa y después hablen (o cacareen, que es lo que se les da bien), pues ni se notó que la gente estaba meneando el bigote. Y ya puestos, aprovecho a manifestar mi descontento con la persona invitada de suit101, pues su mesa reservada, que estaba al lado de la mía, se quedó vacía gracias a su ausencia…y eso no se le hace a una compañía. Es curioso, estando situados al lado de José Mota y los Gomaespuma, con lo que le gusta a esa gente las celebrities…
Zäpp Amezcua