Este año en el Festival de San Sebastián uno de los premios Donostia se lo dan a Ethan Hawke.
Después de mi sorpresa inicial, pensando que le están dando un premio a la trayectoria a alguien muy joven, porque tiene prácticamente mi edad, y después de caer en la cuenta de que ya tengo una edad en la que no tiene por qué considerarse que soy muy joven, me alegré bastante.
Me alegré, sobre todo, porque Ethan Hawke es uno de esos actores que, como diría Holden Caufield, me gustaría que fuera mi amigo para poder llamarlo por teléfono después de verlo en una película y charlar.
Quizás tenga que ver con el hecho de que crecí viéndolo en películas en las que sus personajes estaba pasando por circunstancias similares a las mías.
Es cierto que no conecto a nivel vital con todas las películas en las que sale, pero cualquiera que tenga mi edad y haya visto El club de los poetas muertos, Reality Bites y las tres Antes de… de Linklater en el momento que se estrenaron, sabe de lo que hablo.
Ethan Hawke es uno de esos actores que de alguna manera representa a una generación. En su caso, junto con Winona Ryder, River Phoenix, Johnny Depp, aunque sea un poco mayor, y algún otro por ahí, a la que en su momento se llamó Generación X (casualmente el título de Reality Bites en Argentina fue justamente ese).
Los que teníamos veinte años cuando murió Kurt Cobain, cuando el cine indie americano tuvo un resurgir en nuevos directores que arriesgaban en forma y narrativa, cuando Internet era bebé y el analógico estaba siendo desplazado por el digital, los que ahora somos los cuarentones más jóvenes de la historia, nos vimos reflejados en esas películas que hablaban y hablan de nosotros. Quizás por eso, me alegro por Ethan Hawke.
Pero al margen de lo personal, creo que es un tipo interesante. Además de actuar en cine, ha hecho mucho teatro desde obras más modernas, como El niño enterrado, de mi amado Sam Shepard, o Hurlyburly, a clásicos como El jardín de los cerezos o Cuento de invierno. Ha dirigido cine y teatro, ha escrito dos novelas y artículos para Rolling Stone. Es lo que se dice una persona inquieta a nivel creativo, lo cual respeto mucho.
También es un actor que supo elegir bien a lo largo de su carrera cinematográfica. Además de las películas generacionales de las que hablé, ha hecho cine de época como The Newton Boys, ciencia ficción como Gattaca, policial como Training Day, versiones descontextualizadas de Shakespeare como Hamlet, y recientemente Cimbelino, incluso terror como Sinister. Más muchas otras películas memorables, como Exploradores, Viven, y varias con Linklater como Tape y Boyhood, remito a todos a IMDb, porque la lista es larga. Es un intérprete que trabaja mucho, sólo para 2016 tiene cuatro películas y en 2015 rodó seis.
De entre todas las películas de Ethan Hawke, me gustaría destacar dos que me parecen interesantes. Una porque es, para mí, una de sus mejores interpretaciones: Antes que el diablo sepa que has muerto, y otra porque creo que no es una película que haya visto mucha gente y es digna de serlo: Predestination.
Antes que el diablo sepa que has muerto, dirigida por Sidney Lumet, con Phillip Seymour Hoffman, Marisa Tomei y Albert Finney es una película tremenda, con un guión maravilloso de Kelly Masterson. La historia es terrible, dolorosa y a la vez apasionante, con unos actores que se pierden en los personajes. Como muchos grandes dramas, se centra en una familia. Dos hermanos se ven en una situación económica desesperada que los lleva a tomar la peor de las decisiones, robar la joyería de sus padres. Ethan Hawke es el hermano menor, divorciado en malos términos, el perdedor de la familia. Lumet narra con saltos temporales y cambios de punto de vista, es imposible no sentir compasión por estos personajes que no saben como salir del infierno en el que ellos mismos se han metido. No quiero desvelar mucho el argumento, vale la pena verla.
Cambiando totalmente de género y estilo, está Predestination, una película que pasó bastante desapercibida en la que Ethan Hawke interpreta a una especie de agente del tiempo en una misión de la cual es mejor no saber nada como espectador. De hecho, lo mejor que le puede pasar al que vea esta película es no saber absolutamente nada. Escrita y dirigida por los hermanos Spierig (otros hermanos para la lista, además de los Coen, los/las Wachowski y ahora los Duffer), que también habían dirigido a Hawke en Daybreakers, una de vampiros.
En fin, ahí están mis recomendaciones Hawke, para el que las quiera.
Lo último que se viene, y que espero con ansias, es la versión nueva de Los Siete Magníficos, una película de la cual soy fan en todas sus versiones (Kurosawa, Sturges y Pixar), dirigida por Antoine Fuqua, el de Training Day, y en el que el personaje de Ethan Hawke se llama Goodnight Robicheaux, sólo por eso ya dan ganas.
Por otro lado y cambiando totalmente de registro, la última película de Rebecca Miller, Maggie’s plan, con las bellas y talentosas Greta Gerwig y Julianne Moore.
Y, por si fuera poco, Born to be blue, escrita y dirigida por Robert Budreau, en la que interpreta nada menos que a Chet Baker.
Ahora que lo pienso mejor, Ethan Hawke se merece el premio Donostia. Lástima que no pueda llamarlo por teléfono cuando se lo den.
Inés González.