Babel

Uno de los momentos que más he esperado estos dos últimos años ha sido mi reencuentro con el Teatro Marquina. Traspasar las puertas del teatro de la calle Prim significa de nuevo el saludo de unas manos amigas, de unos recuerdos cincelados con sonrisas, de una energía reconstituyente de aquel que se siente como en casa. Creo que a nadie le debe caber duda alguna de que se trata de uno de los teatros de mayor nivel de España, en cuanto a su programación, su gestión y su solera; de ahí que disfrute de un público fiel y vehemente, entre el que me incluyo con el mayor de los entusiasmos.

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El Marquina nos trae Babel, una cóncava reflexión sobre las pasiones humanas que se disfrazan y se desnudan en el complejo entramado de las relaciones humanas. Interpretado por cuatro actores de lujo, Aitana Sánchez Gijón, Pilar Castro, Pedro Casablanc y Jorge Bosch, Babel nos presenta las historias cruzadas de nueve personajes que luchan para conservar algo que quizás ya esté perdido, mediante todo tipo de subterfugios. El amor que no es amor, los pisos oscuros y la barra de un bar, una cabina de teléfono en la nada, una culpa que asfixia con la soga del remordimiento, el miedo y la inseguridad…todos son ingredientes de esta fondue amorosa con aroma a thriller psicológico

Lo primero de todo y antes de que se me olvide, he de quitarme el sombrero ante la gratificante evolución de Aitana sobre las tablas. Desde Cruel y Tierno, hace ya unos 6 años por lo menos y en la que no me hizo saltar de la butaca, no había vuelto a ver a esta dama de la interpretación. Aitana regresa a mi retina sobre el escenario con una personalidad nueva, cargada de fuerza y significación, cubriendo muy bien sus carencias de voz (porque las tuvo) y demostrando que está aquí para posicionarse. La actriz nos echa un órdago y pone toda su capacidad camaleónica sobre el tapete, pasando de la mujer etérea a la altivez, del miedo a la desolación, del humor a la soberbia.

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No es de extrañar que se haya sentido cómoda con unos compañeros de reparto tan profesionales y experimentados. Pilar Castro, Pedro Casablanc y Jorge Bosch “abofetean” a los ortodoxos con una lección de naturalidad y versatilidad que va más allá de lo que los puristas intentan ensalzar en los nuevos cabezas de cartel televisivos que infestan muchos teatros. Frente a eso que berrean los palmeros de los blogs y los “superentendidos” que tan enfermo me ponen, diré que nos encontramos ante un trabajo de calidad, posiblemente muy diferente a lo que el Marquina acostumbra a programar. La puesta en escena abre con una escenografía justa y sencilla que juega con los espacios en horizontal y en vertical, muy acertado para dotar de mayor significación a las diferentes situaciones.

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La directora, Tanzim Townsend (El método Gronholm) consigue un trabajo equilibrado con tanto cambio de registro en la adaptación de un texto inteligente y sin ornamentos. Muy acertada la integración del audiovisual en la escena, un elemento cada vez más recurrente y, por qué no, hasta necesario. Una vez más disfrutamos de teatro con mayúsculas. Ahora que empezamos el 2013 creo que va siendo hora de que incluyan el Marquina entre sus obligaciones. Es un buen propósito para este año nuevo, ¿no creen?

Zäpp Amezcua