Una tarde-noche de no hace mucho, en la presentación del mensual Madriz (grandes), tuve la enorme suerte de conocer a uno de mis ídolos.
Idolatro a la gente que me hace reir, a la que me hace pensar, a la que es amable porque sí, y también a según qué amigos, que ni me hacen reir, ni pensar (bueno, sí, que por qué les quiero), que son unos bordes (pues eso, que por qué les quiero)… En fin, que me pierdo…
Decía que esa noche conocí a uno de mis ídolos, que mira tú por dónde, resultó ser simpático, ocurrente, inteligente, extremadamente amable y muy muy adorable.
No sé por qué extraña razón conectamos al segundo. De hecho, teníamos teorías coincidentes sobre si nos habíamos conocido anteriormente en algún sofá de reafter, en casa de vete tú a saber quién, y teníamos la conexión pero no el recuerdo concreto. Vamos, que nos hicimos, si no amigos (que son palabras mayores), personas afines.
Con anterioridad lo había conocido (intelectualmente hablando) gracias a la mayor «culjanter» que ha dado este país (y no reconocida ni un poquito siquiera), Raquel Gratistotal.
Un filón. Baste decir que tengo la redacción forrada con su «tira». No se puede tener más arte ni más talento.
Con todas Vds., queridas antonias mías, un grande, un maestro, el excelentísimo Sr. D. Joaquín Secall.