Hace unas semanas Apple ha mostrado su nuevo modelo de portátil, hasta ahí todo va bien. La expectación, como suele ser habitual, era tan grande como deseada ya que la alimentaron con rumores desde hace meses rellenando tabloides tecnológicos de aire. Este mismo aire es el que necesitan los efervescentes adeptos para moverse y tener una vida normal, hasta ahí casi todo está bien. Dentro de esta misma fórmula hallamos ápices de adoración al culto que impiden la posibilidad de ver qué han presentado, y hasta ahí podíamos llegar.
Como todos los portátiles de Apple pasa lo mismo: son preciosos y su material enamora. Tanto es así que en las Apple Stores, los empleados están obligados a poner las pantallas en un ángulo de 70 grados para impedir una correcta visión y obligar al posible comprador a enderezar la pantalla y tocar la máquina. Ese es el momento donde el cliente “necesita” uno de estos gadgets.
Sigamos con el repaso de esta nueva idea de Apple. A su favor tenemos una pantalla que tiene más colores que los que el ser humano puede ver (¿alguien en la sala me puede explicar para qué sirve esto? Gracias) y un diseño reducido en el tamaño del cuerpo de la máquina, algo de agradecer a la hora de transportarlo o presumir de el en un Starbuck; esos detalles son de premiar, pero: poner puertos USB 3.0 y prohibir que se pueda desmontar el portátil para cambiar la batería me parece de lo más deshonesto teniendo en cuenta que cuesta 2400€ el más barato de sus versiones.
Ahora habrá gente pensando: ¿por qué cuesta esto? Supongo que porque un chacal de marketing dijo: “a esto le ponemos un precio alto que seguro que lo vendemos igual”. Siempre he tenido amigos que se han comprado los productos de Apple sin dilación y con menos temor aún pero este aparato tardará en llegar a mis lares.
Si que es cierto que en pantalla, ergonomía y presencia no tiene rival, de ahí su potencial en el mercado aunque no se venda mucho (que se venderá) y si a esto añadimos que el archicopiado diseño del MacBook Air ha sido patentado, en portátiles no habrá quien tosa a Apple. Esta mínima reflexión me hace pensar: si sólo están ellos en el mercado, ¿qué hará la competencia?
Los pasos de Apple están muy bien pensados pero en la situación de rebufo de sus competentes también. Apple empieza a arriesgar y no perdona con sus gestos como ya hizo en los noventa antes de que cayera y perdiera el liderazgo, preveo un tropezón del gigante y como dice mi padre: cuanto más alto estas, más duele la hostia.
Manolo Carvajal