Muchas instituciones y asociaciones relacionadas con el arte presumen del trabajo de los artistas que exhiben en sus espacios, pero el origen de la financiación de las obras que se exponen es para el publico completamente desconocido.
Como hemos hablado en el artículo «La formación en el Arte y el mundo profesional en España», en Artes Plásticas, Música, Danza y Artes Escénicas es difícil poder dar el salto del mundo amateur al profesional .
A día de hoy, no existen canales reales de producción ni difusión ni circuitos sólidos para los artistas. En Madrid – y en España– la gran mayoría de las veces es el artista que quiere dedicarse profesionalmente a ello el que produce con su dinero la obra y paga el material y alquiler del espacio para crearla, asumiendo riesgos económicos en un medio caracterizado por la incertidumbre. Por otro lado, nunca recibe un sueldo mínimo por las horas de trabajo empleadas en la elaboración de la obra. Sin embargo, las obrsa artísticas sí que producen beneficios, y no simplemente sociales, sino por supuesto económicos.
Queremos centrarnos en una situación que produce beneficios a determinadas instituciones a costa del artista.
Cuando un artista es seleccionado para desarrollar su obra en uno de los llamados «Centros de Producción Artística», las condiciones suelen ser las mismas que si estuviera en un espacio privado: asume el pago de alquiler, producción de obra y no recibe un sueldo como trabajador; es decir, en el centro sólo paga por un nombre que (con suerte) avale su obra frente al público y otros centros de Arte futuros a los que quiera optar.
Los llamados «Centros de Producción Artística» suelen estar poco interesados en tratar la cuestión de la financiación para la obra artística, pero mucho más en la manera en que ésta se elabora, por lo que suelen exigir a los artistas en sus contratos acceso a la intimidad del autor y además, que les «regalen» material de la obra creada en ese espacio – por ejemplo fotográfico o videográfico. Éste material suele ser usado para que los «centros de producción» se promocionen a sí mismos ante políticos de los que reciben subvenciones. El artista se convierte en moneda de cambio entre los «centros de producción» y políticos locales o nacionales a los que da rédito.
Es una realidad que la gran mayoría de los artistas españoles tienen otro trabajo relacionado o no con su disciplina artística.
Pueden ser trabajos en la enseñanza, trabajos en oficinas como diseñadores gráficos o auxiliares administrativos, acomodadores en cines o camareros en bares, nada demasiado glamouroso para el mundo del Arte, pero completamente necesario para la creación de obra.
Sobre este tema es destacable la iniciativa «Mi otro trabajo», una página web donde se cede un logotipo y se informa sobre la cantidad de dinero que cada artista ha invertido y que proviene de los ingresos obtenidos realizando otros trabajos.
Esta iniciativa, aunque tímida y quizás todavía no suficientemente contundente y clara, es un avance pues muestra una realidad que suele ser silenciada especialmente por los propios artistas, entre ellos y para con el resto de la sociedad. Estos suelen avergonzarse de su «otro trabajo». Un secreto a voces, absurdo, porque con estas circunstancias son pocos los que pueden vivir completamente de su obra.
Aunque otro motivo bien distinto es que al artista le sea útil fingir que es así, y aparentar un status que realmente no existe.
No especificar quién ha pagado realmente la producción de la obra también favorece al centro donde se muestra y a los responsables de él, pues el público acaba pensando que son éstos quienes la han financiado. Los artistas por su parte asumen que deben callar este detalle para asegurarse un currículum lleno de «sellos» de instituciones que controlan el circuito profesional del arte (o que lo mantienen cogido por el cuello) y así poco a poco las instituciones artísticas, desde los «centros de producción» hasta los grandes exibidores – grandes museos, salas, teatros, controlados por poder político- conceden el status de «gran artista» o «estrella» que permite a algunos que cobren incluso más de lo que sería justo.
El problema es que un comportamiento así ni siquiera asegura que un artista pueda conseguir ese status. En realidad depende de muchos factores, no todos tan fácilmente controlables. Con lo cual, además de ser un sistema falso y manipulador es muy poco fiable para estabilizarse en el mundo artístico profesional.
(Sobre la falta de financiación como una excusa para crear obras formalmente pobres ya hemos hablado en el artículo «Grandes conceptos, Espacios Vacíos e Intereses espurios»)
Estas situaciones hacen que la producción cultural sea una industria que nunca acabará de consolidarse en Madrid ni en el resto de España porque su infraestructura para la creación se basa en apariencias engañosas.