Regresar a la sala Azarte y llevarte la grata sorpresa de que el aire acondicionado funciona a las mil maravillas no tiene precio. Y es que la mayor parte de las salas de teatro independiente de Madrid están más cerca de parecerse a una clase de Yoga ocupada por culturetas sudorosos que a otra cosa. El caso es que el problema de los calores ya lo han resuelto y nos ha traído a la cartelera de Madrid el último montaje de los chicos de Salmorejo Teatro: La Partida, dirigida por Paco Rodríguez.
Tres amigos de la adolescencia se reencuentran para recordar viejos tiempos; una reunión de risas, bromas, recuerdos y una partida de cartas. Lo que en un principio se trazaba como una agradable velada de amigos de siempre, pasa a ser antesala de una historia estremecedora, con un trasfondo social que pone los pelos de punta y los sentimientos a flor de piel. Un productor se intenta poner de acuerdo con un autor mientras los fantasmas de su vida pasada coquetean con la barrera de lo real y lo irreal como si se tratara de un niño jugando a las canicas. Es el momento de pensar si el destino está escrito o si somos nosotros los que intentamos escribir un destino del que no queremos o no podemos escapar
La Partida es un montaje que transmite un millón de sensaciones en un tiempo quizás demasiado limitado. La puesta en escena que nos propone Paco Rodríguez es sumamente delicada, con una escenografía perfectamente pensada y planificada, todo muy acorde con la historia que nos quiere contar. Nos encontramos ante un texto original (como ya nos tiene acostumbrados) en el que la homosexualidad no deja de ser un mero accesorio; un relato suave y sutil cargado de significación y, por qué no, rabia. Fantástica la interpretación de los tres muchachos; una ejecución que fácilmente podría haber caído en los estereotipos de el tímido, la loca y el guapo y que, sin embargo, ha desbordado naturalidad por los cuatro costados. Si, señores, es una pieza que consigue la sonrisa y la lágrima en apenas décimas de segundo. La intervención del autor y el movimiento de traslación que hace el mismo sobre su propia creación nos hace recordar a aquellos personajes de Pirandello que, buscando su autor, consiguieron que fuera el mismo autor el que se encontrara a sí mismo. Es por eso que quizás, muchos de los que puedan disfrutar de este montaje, sean capaces de encontrar una parte de sí mismos que quizás tengan olvidada.
La grata noticia que he recibido es que la sala Azarte ha decidido prorrogar el espectáculo debido a su fantástica acogida, del 5 al 15 de julio a las 21 horas. Definitivamente creo que volveré a verla porque, a pesar del Festival Visible y todas las payasadas que suelen hacer, es grato encontrarse una obra de teatro que tiene un mensaje humano y real. Bravo
Zäpp Amezcua