Si la frescotona de tu mujer te abandona por otro, el chaletito a las orillas del lago en el que resides se quema en mitad de la noche, te cuesta Dios y ayuda llegar a fin de mes y tienes menos expectativas de futuro que el toro que mató a la prima del cuñao, de la sobrina del yerno del que hizo la mili con Manolete en Peal de Becerro (Jaén), la única solución que te queda… ¡es meterte a puta! Ese es el criterio de Ray Drecker, protagonista de Hung, una seria mas de moda…. ¡que mis cojones!
Si a eso le añadís que el bueno de Ray tiene un miembro viril de proporciones descomunales que hace que la vagina de cualquier mujer se convierta en Pepsicola solo con verlo, la cosa esta clara.
Para que os hagáis una idea, Hung es una serie que trata de un profesor de gimnasia de instituto que en sus ratos libres es puta. Su chulo es una poetisa en franca decadencia desde hace años, que le busca clientela de medio pelo y cuyo novio es corresponsal de guerra… ¡como Pérez Reverte de joven! Es una serie novedosa, en la medida en que (que yo recuerde) nunca se ha visto en una serie de televisión como le comen el coño a una pelirroja, lo cual, no nos engañemos, no solo es un acierto apoteósico, sino un ejemplo del que deberían tomar nota muchos guionistas… (si a Kate de Perdidos la hubieran dado un par de lengüetazos en la primera temporada habrían escapado de la isla en 4 capítulos).
Amiguitos, aunque no os lo creáis las mujeres también follan, no las importa pagar por ello y, le pese a quien le pese (que metáfora mas elegante), el tamaño si que importa (a mi no porque tengo un pincel de proporciones faraónicas). Esto queda meridianamente claro en Hung, una serie con la que muchos nos sentimos identificados pues nos gustaría ganarnos el pan como el protagonista, sacando y metiendo en nuestros ratos de asueto, fundamentalmente porque nos guste o no, en tiempos de guerra… ¡cualquier hoyo es trinchera!
Así que si uno puede sacar partido económico de sus talentos lúbricos… ¿Por qué no hacerlo?
Hung nos hace creer en un mundo mejor, un mundo en el que las mozas casaderas pierden los papeles por un hombre medio (medio con un pene de tamaño estratosférico) y cuya filosofía se resume en una de las frases finales de la temporada, cuando el protagonista afirma, y cito textualmente: “Tengo mi polla y un sueño, si ese no es el ideal americano… ¿Cuál lo es?”
Sinceramente, no se me ocurre mejor solución a la crisis de los cuarenta, que dedicarse al gigolismo indómito, a grandes males, grandes remedios… ¡me cago en Dios!