Cosas que desmoralizan mucho: que te convoquen a un desfile de un diseñador amigo, al que vas «porque es él» (un día de febrero en el que medio nieva, no te pones un tacón y sales a la calle por una estupidez), te hagan esperar 30 minutos una cola, pasando frío, por desorganización, te subas cuatro pisos andando (que ya vas tarde), con medio pulmón fuera del pecho, llegues arriba, y te diga la chica de prensa que estás en stand y no en seat. Ajá, OK.
No es culpa del diseñador. Él está en lo suyo y, como hace la gente lista, contrata una agencia para que lo organice. Hay gran expectación por este desfile (lo merece, pero ese es otro tema) y nos han convocado a muchos. Pero no está en las manos del diseñador la desorganización reinante, la responsable es la agencia. No pasa nada. No es ni la primera ni la última vez en tu vida que verás un desfile de pie o sentada en una escalera, porque la prioridad deben ser siempre clientes y compradores.
El estupor viene cuando contemplas la fila de mamarracho-blogueras y ex concursantes de realities bien apoltronadas, mientras no tú -que no eres nadie- sino gente de prensa con caché está de pie detrás de una columna, estirando el cuello para poder ver algo.
De acuerdo, los mamarrachos y las blogueras son el circo, dan para foto, lo entiendes. Pero ¿volverías a acudir si te lo piden? ¿Durante cuánto tiempo más el criterio seguirá siendo espectáculo antes que información?
Se acerca MBFWMadrid. Como cada edición, obediente, envías el correo para solicitar la acreditación. Te conocen ya. Son muchos años. Pero cumples con el ritual de, cada vez, enviar lo publicado. Como cada año, te «capan» el acceso: tal día y tal día.
Entiendes que en los desfiles que caen en fin de semana hay más público del habitual, pero es eso, «público», no prensa. Así y todo te limitan la entrada pretextando «exceso de solicitudes para esos desfiles». Sabes que no es así. Sabes que en los grandes medios hay bofetadas no por ir, sino por NO TENER QUE IR. A nadie le interesa el marrón de ir a MBFWMadrid.
Te piensas si «te la envainas» y vas, o haces un plante. Total, lo mismo haces la crónica si lo ves en streaming. Pero es una cuestión de respeto, a los diseñadores (y modelos, maquilladores, peluqueros, ayudantes) y a la profesión.
Resulta aún más indignante comprobar que los que sí tienen interés en ir son los medios online, los pequeños, que los que piden días libres para poder asistir, los que (aún) sienten la ilusión de cubrir este evento, son los peor tratados, a pesar de informar con tanta o más calidad que los grandes. Gente que, decepción tras decepción, limitación tras limitación, terminan también desmoralizados, porque no se les considera igual que a los demás, incluso por debajo de muchos blogueros.
En público, los responsables de prensa se llenan la boca lamentando la gran pérdida para el periodismo de moda que ha supuesto la renuncia de Cathy Horyn en el NYT, una voz crítica entre tanto palmero, pero no les tiembla el pulso a la hora de considerar a unos medios adecuados y a otros de segunda o tercera categoría, y, por supuesto, vetando a los críticos.
Aquí no queremos críticos, queremos gente que de color a las fotos y cante nuestras alabanzas. Queremos estar, para siempre, como el emperador del cuento: pensar que llevamos un modelazo cuando, en realidad, estamos desnudos. Y si es necesario esconder al niño lenguaraz, lo castigamos sin ir o lo relegamos tras una columna.
Además, es que queda mucho peor en las fotos, no fastidies.
Por Mabi Barbas