Hay cosas menos apetecibles que levantarte a las 8 para cruzar Madrid y meterte en un pabellón enmoquetado y con luz artificial hasta saber a qué horas saldrás.
Claro que las hay: picar piedra, fregar escaleras, pelar 50 kilos de patatas… Iba a decir depilarse las piernas con pinza, pero hasta eso me parece más apetecible.
Encontrarte con amigos de la profesión, con los que solo coincides en estas historias, es lo único que lo salva.
Me da mucha penica, eso sí, encontrármelos como me los he encontrado esta vez: exhaustos. Pero no porque la excitación y la inagotable fuente de creatividad los tenga saturados, no. Exhaustos porque no hay dios que aguante 16 días seguidos de curro, en varias semanas de la moda, un par de continentes, sin perder ni las fuerzas ni la cordura.
Siempre me ha maravillado la capacidad de los redactores de belleza para encontrar mil y una formas de explicar el mismo puto producto. Son unos genios. Pero los redactores de moda, esos sí que son semidioses. Para empezar, su asombrosa capacidad para no sucumbir al irrefrenable deseo de titular «La colección de X, una puta mierda», algo que, además de justificado en más de un caso, podría disculparse como producto del cansancio extremo.
Muchas grandes plumas de este país (algunos por causa de fuerza mayor -léase un ERE-, otros porque trabajan mejor fuera de la redacción) son autónomos. Si no escriben no cobran. Si no hacen acto de presencia en el desfile representando al medio para el que están acreditados, no les dejan hacer la crónica. Ya no es que tengan que cubrir solos una interminable lista de desfiles, es que además tienen que ir y verlos in situ. Cuestiones del prestigio del medio y tal.
No me veo capaz de ver 16 días de desfiles ni aunque estuvieran Galliano y el malogrado Alexander McQueen sacando sus colecciones en bucle. Mi mente no da ni para dos días seguidos sin agobiarme. No me veo yo capaz de su hazaña ni puesta de ginseng, açai y maca andina hasta las cejas.
Anoche, en plena conversación tuitera con compis, comentábamos la temática de esa nueva serie de televisión, B&B, que se desarrolla en la redacción de una revista de moda. Soltábamos, con toda la retranca que da la experiencia, perlas como:
– esta serie seguro que empieza con un ERE
– si no retrasan l cierre x 1 publi no es realista, q lo sepa todo l mundo
– si hay redactores ya está obsoleta: en las redacciones no queda ni uno. Los documentalistas no han dao ni chapa
Y así hasta el infinito. Triste, pero real como la vida misma.
Algunos medios han suplido las bajas forzadas con blogueros (como apuntaban Blogueras de Mierda en su última carta), con una considerable merma en la calidad de contenidos. Blogueros a los que en un 90% (siendo optimistas) de los casos hay que editarles el texto, que no es lo mismo escribir un aburri-post para ti y tus seguidores, que la crónica de una colección para un semanal. Y así, los redactores que aún sobreviven en un medio, se ven obligados no solo a escribir lo suyo, sino a reescribir los textos de otros «para que parezca que son listos» (sic).
Así no avanzamos, oiga.
Me voy a seguir viendo desfiles. Próximamente la (mini) crónica.
Por Mabi Barbas