¿Cuántos seguidores reales tiene un blogger entre esos 12000 que aparecen su perfil? ¿Cómo es que la interacción se produce siempre con los mismos cuatro? Misterios de las redes. Burbuja tuitera.
Es extremadamente fácil esconderse detrás de un avatar. También es muy divertido crear un personaje, quien en realidad te gustaría ser. En 140 caracteres o en un post puede parecer que eres alguien brillante, cosmopolita, culto, o, si me apuras, hasta polémico, cuando tu universo no llega más allá de los límites de tu pequeña ciudad de provincias, donde recibes el Vogue Italia (con retraso) por paquete postal, y donde te atrincheras, más por miedo que por resignación, poniendo mil excusas para que no te vean, para no tener que demostrar que, en persona, tu discurso no es ni de lejos tan brillante como los demás creen. Las redes sociales son el juego de los Sims, pero a lo bestia. Puedes ser quien te de la gana.
La frontera entre lo real y lo virtual se encuentra tan difusa hoy en día, que es casi imposible huir de la huella que tus comentarios, tus acciones, tus fotografías, etc, han ido dejando desde el día que te abriste un blog, un fotoblog, una conversación de chat o un simple correo electrónico.
Elementos que han vivido durante años de su fama virtual, comportándose de manera casi agresiva en la red, en el instante en que han conseguido que un medio importante (llamémosle GQ, llamémosle ElPaís) se interese por ellos, de repente se vuelven puritanos, e intentan borrar sus huellas, como si «aquello» que dijeron entonces no fuera parte de su realidad y su idiosincrasia.
La red tiene memoria. Bueno, podemos llamarlo «memoria», pero yo prefiero llamarle rencor, porque no hay quien escape, sobre todo de las meteduras de pata.
En esto no hay reglas o, más bien, cada uno se hace las suyas. Pero si mientes, ¡ojo!, siempre habrá algún cabrón esperando para dejarte con el culo al aire. ¿Sabéis qué es lo peor? Que ese cabrón, en concreto, será ese «amigo» con el avatar del gatito dormido, ese que siempre te favoritea y megustea en todas partes, ese que te llama «musa» cada vez que pestañeas. Esos, querida antonia, son los peores. Huye de los pelotas, no tienen nada que ofrecerte, y siempre -SIEMPRE- querrán sacarte algo.
Vuestra rendida admiradora,
Mabi Barbas, la Jefa.