El lema del presidente de Uniqlo es «crece o muere» y, aunque nos pueda parecer más propio de arenga de un ejército invasor o de la evolución de un parásito que de una marca textil, en el fondo es la enseñanza que más asimilada tenemos en la sociedad de consumo.
La idea es conseguir siempre más: más rápido, más dinero, más seguidores, más audiencia… O arriba del todo o eres un perdedor. Si alguien es feliz con lo que tiene, y no quiere más, aunque tenga la oportunidad, se le tacha de imbécil. ¿Pero por qué? ¿para qué «querer más»?
Hace unos días, un diseñador amigo me comentaba que el artesano que le fabricaba las piezas de cerámica iba muy despacio, cuidando la excelencia, pero muy despacito. La demanda subía, y le preguntó si podía subir la producción. El artesano se negó. Es más, le facilitó el contacto con otro taller que podía asumir pedidos mayores, porque no quería ni aumentar la velocidad, ni asumir más trabajo que el que le permitía hacer unas piezas magníficas con calma. Mientras tuviera sus necesidades cubiertas, no quería prosperar. ¿Está loco o es la persona más sensata del mundo? Es lo más cuerdo que he escuchado en mucho tiempo, pero solo me lo parece tras pensarlo con calma: la primera impresión es que es un insensato.
La rueda de competitividad nos tiene tan absorbidos, que no tenemos piedad con el que fracasa o comete errores, es más, no le dejamos ni replegarse ni reinventarse ni caminar en otra dirección. El estigma de ese «fracaso» le perseguirá siempre. Es una actitud absurda, porque solo de errores se aprende.
John Galliano, haga lo que haga, siempre será recordado por aquel «eres fea y tu bolso también» (puestos a rememorar su gran cagada, prefiero hacerlo utilizando la más graciosa y menos dañina de las frases que soltó en ese momento). Nunca, jamás, le dejarán hacer algo diferente sin una crítica feroz: siempre se le comparará a aquel grandioso Galliano de Dior Haute Couture. Pero ese Galliano ya no existe. Existe otro diferente, es probable que mejor, pero no le dejarán revelarlo. Tanto #freeGalliano, pero sois incapaces de dejarle en paz. Él mismo detestará ese personaje que no le deja crecer, olvidar los errores ni redimirse.
Es muy necesario pararse a pensar, reflexionar cada cierto tiempo si lo que hacemos nos satisface, si creemos en ello, si no habremos cambiado gustos u opiniones, si no habremos madurado en una u otra dirección, si, en definitiva, somos la misma persona. Cada cierto tiempo, como ejercicio, pero sin caer en la neurosis.
En esta rueda loca en la que nos ha tocado sobrevivir, si la única opción es crecer o morir, quizá sea preferible morir (en sentido figurado) para nacer de nuevo. Hacerse un galliano es un poco excesivo, pero darse media vuelta y decir «ahí os quedáis», oye, ni tan mal…
Vuestra rendida admiradora,
Mabi Barbas, la Jefa.