A toda publicación le gusta celebrar que sigue en pie y triunfando. Algunas, las más potentes, organizan cada año unos premios de belleza o un ‘Hombre/Mujer del Año’ (según la publicación o las votaciones de los lectores), sponsorizado por alguna marca. No solo es una cuestión de gusto, sino un elemento de marketing y promoción muy necesario.
Llevo trabajando en editoriales desde… bueno, desde tiempos inmemoriales (no vamos a sacar trapos sucios -como la edad- ahora), y he tenido la oportunidad de comprobar como ha ido evolucionando (y degenerando) el tema de las fiestas y sus invitados.
Para la que no sepa cómo va el tema de las invitaciones, lo explico: hace no tanto tiempo, los invitados más importantes eran los anunciantes, sin discusión, y estaba más que justificado, porque eran los que pagaban el evento y mantenían la publicación; después teníamos a los premiados (que coincidían con los anteriores en el caso de premios de belleza); tan necesarios como los premiados eran los famosos, ya fueran actores en boga o celebrities (llegaba a medirse el nivel de un sarao por la cantidad de famosos que acudían a él); y en último lugar se invitaba al staff de la publicación/editorial, que no es que sirvieran para darle lustre al evento, pero era de justicia que estuvieran, porque eran los que construían «el edificio». Todo muy despliegue de medios, rimbombante y de nuevo rico. Que se viera que ahí había dinero y, por tanto, éxito.
Como en todo, ha ido «bajando el nivel» (recuerdo a los más insiders cómo eran las fiestas de Matador y cómo son -más bien NO SON- ahora). Mientras los anunciantes siguen siendo importantes (pero ya aceptamos patrocinios de marcas que antes nos parecían de -ejem- «poca categoría» para la publicación), el nivel de famoseo ha bajado exponencialmente. Ahora ya no hay pasta para hacerlo todo a todo trapo, así que se reduce el número de invitados. Los primeros en ser eliminados de la lista son los del staff, que se quedan en el mínimo e imprescindible, algo de lo que se aprovecha algún imbécil clasista para ejercer su efímero poder: tú eres un currito y por tanto no tienes derecho a participar de esto, aunque seas una parte fundamental de la maquinaria. Los espacios son prestados o infinitamente más pequeños, en una hora se ha terminado el bebercio (si hay algo de picar ya puedes darte por afortunado) y los invitados huyen en desbandada… todo muy elegante y sofisticado, sí, sí, mogollón.
Pero paralelamente a este deterioro, ha surgido una nueva caterva de invitados: trepas, wannabes, blogueros, tit-girls y tit-boys… gente que lo máximo que aporta en una fiesta es poner cara de asco y beberse el mayor número posible de cócteles o la copa gratis de turno. Gente que tiene un blog donde repite lo mismo que repiten todos. Que copia y pega notas de prensa pero se anuncian como periodistas. Que se quejan porque en Cibeles no pueden sentarse. Que hacen anuncios poniéndose bolsos en la cabeza y diciendo que enamorarse es súper guay, súper guay.
Pero bueno, va con el signo de los tiempos editoriales: papel malo, impresión deficiente, artículos escritos por becarios a los que no se les enseña lo básico, community managers que escriben «pata de gayo» y se quedan tan anchos… Por no hablar de editoriales de directoras en los que se dice «el verano es el mes perfecto para ponerlo en práctica…» (sic). Wonderful. Al corrector de estilo no es que no le inviten a la fiesta, es que hace años que no saben qué coño es.
Ahora se mide el éxito de un evento por la cantidad de lerdobloggers que van a él. ¿A cuánto les sale el kilo de bloguero? Calculo que a 3 gintonics y medio, que a precio de garito pijo (en Madrid) van a unos 35/40 euros. Dinero que se podrían gastar en pagar el trabajo de la gente que escribe sin cobrar un duro en sus publicaciones y que, curiosamente, no invitan a los saraos, porque son gente con algo que decir y que no se pone bolsos en la cabeza. ¿Qué obtienen a cambio las revistas? Que dichos desustanciaos ganen fama, les contraten por 1500 pavos por poner su lista de spotify en otro sarao, y que tuiteen «qué bien me lo pasé en la fiesta de X». Vamos, que el beneficio es… bufffff… ni te lo imaginas.
Para mí, en el otro extremo de la balanza están eventos como la inauguración de ESPACIO G-3 un espacio para la creación y para la cultura. Para empezar, porque todos los invitados tenían que ver con ESO, CON LA CULTURA (fotógrafos, diseñadores, directores de cine, actores), y tenían algo que aportar al espacio.
La consigna en Twitter «EB not allowed #lafiestaG3», era toda una declaración de intenciones. ¡Bravo por ese community manager sin pelos en la lengua!
En ESPACIO G-3 se trajeron a ‘Lady Gaga'(*) cantando en directo (enhorabuena a la organización), deejays, sushiman en vivo, proyecciones…
Los que van de fashion y exclusivos se conforman con grabaciones cutres y mal iluminadas (realizadas con un móvil y uno de los becarios de la redacción) de blogueros afectados por el alcohol y maquillados con cola-cao diciendo patochás. Verdaderamente cool… pffffffttttt (perdón, es que me da la risa).
En resumidas cuentas, vale que estamos en crisis y hemos bajado el listón, pero ¿es necesario bajarlo tanto? ¿Vendéis más? Lo dudo seriamente.
Vuestra rendida admiradora, (y algo descojonada de la risa, la verdad)
Mabi Barbas, la Jefa
(*) bueno, su doble oficial, que también canta maravillosamente