Pensar que la autodenominada «4ª pasarela mundial» es un referente de lo que se hace en este país, es estar tan equivocado como Mariano Rajoy cuando dice que piensa que está haciendo lo correcto y por eso va a volver a salir reelegido. Vamos, vivir un tanto fuera de la realidad.
Como dije en el artículo de avance sobre MBFW, nuestra visión sobre la edición presente va a estar compuesta por más de una opinión, y la mía es una de ellas.
Devota y Lomba, Hannibal Laguna, David Delfin y Amaya Arzuaga
Dos jornadas y cuatro desfiles después de ese avance (hoy, cuando escribo esta crónica, es sábado), tengo que decir que me he aburrido, y mucho. En algunos casos, como el desfile de Hannibal Laguna, hasta el punto de llegar a abstraerme de tal modo que creo que he tenido un viaje astral, me he quedado traspuesta, y cuando he regresado estaba desfilando el mismo vestido… Pero no, no era el mismo, era otro, pero en otro color, u otra tela, no sé. El caso es que todo el desfile en sí mismo fue un muestrario de telas y combinaciones de color y largura de falda. ¿Para eso era necesario un desfile de más de 40 minutos? Creo que no, y los asistentes lo hubiéramos agradecido.
Devota y Lomba me dejó indiferente. No me pareció ni femenino ni urbano, como he llegado a leer por ahí. Combinar tonos pastel y flores no significa necesariamente feminidad, pero tirar de recursos manidos parece ser lo que más está funcionando en esta pasarela.
Y ahora llegamos al espectáculo más grande del mundo: el circo. David Delfín y Cía. saben perfectamente bien que hay que dar espectáculo, y que si el espectáculo no está en las prendas, habrá que llevarlo por otro lado. Vamos a ser multimedia, vamos a tirar de coleguis, y vamos a hacer una cosa de mucha risa, con todos los amiguitos, y seguro que salimos en todos los medios, si no por la ropa, al menos por el espectáculo.
Que sí, cariño, que por lo menos el corto precedente al desfile nos ha librado del sopor de toda esta edición, pero no despistemos al personal y hablemos de tu trabajo, otro dejá vu, de ti mismo y de otros diseñadores, y, si me apuras, hasta de grandes cadenas americanas de venta de ropa sport. Había, como diría mi madre, «cositas monas», pero nada que inspire un «qué hermoso». Así y todo, es probable que me comprara algo tuyo, si tu ropa se vendiera en algún sitio, si no costara como si fuera de buena calidad, y si no hubiera que tener un manual de instrucciones para saber cómo funciona la tienda online.
Agradezo a Amaya Arzuaga que haya pasado completamente de los estampados, que me horrorizan casi siempre, más aún combinados con otros tejidos. También le agradezco que se haya olvidado del negro por un tiempo. Aunque AA de Amaya Arzuaga ha decidido por cuenta propia que dejemos de tener pecho y caderas. O, más bien, que nos olvidemos de dónde estaban originalmente, porque sus diseños orbitan y crean diferentes planos encima de la silueta femenina, convirtiéndonos en esculturas andantes. Un poco más favorecedores resultan los vestidos de noche, aunque su insistencia en el tail hem no me llega a convencer.
Esperemos que los días venideros me den alguna alegría. «Tengo hambre de belleza», que diría Andre Leon Talley.