Encontrar un peluquero estilista capilar de confianza es casi tan difícil como encontrar un jefe decente, un compañero (o compañera) para toda la vida, un biquini que te quede bien, o un zapato que no te haga daño el día que lo estrenas.
Ese peluquero estilista capilar que te conoce, que conoce tus costumbres, que sabe de tu vida. Que entiende que hay cortes maravillosos, pero que tú no dispones de 20 minutos (ni 15, ni 10) para peinarte cada día, y actúa en consecuencia. Ese que te dice que hay que ser realistas, y que con esa cantidad y calidad de pelo, antonia, la idea de dejarte melena es un gran NO.
A ese peluquero estilista capilar hay que hacerle caso. Y si te dice que en vez de suavizantes y mascarillas empieces a probar un aceite buenísimo que se llama Moroccanoil, tú vas y lo haces, porque confías en él, porque no te traiciona.
Con cierto reparo -que a mí esto de los aceites sólo me va en la cocina- empecé a dejar de usar suavizantes y mascarillas (que no dudo que a muchas les sirva, pero por más suaves que sean convierten mi flequillo en el de un postadolescente repletito de hormonas, es decir, lacio y pidiendo a gritos un segundo lavado en menos de 10 horas), sólo champú, y con el cabello aún húmedo tomaba una gota (una sóla gota) de Moroccanoil y con ambas manos lo extendía por el cabello. Después peinar y listo.
Se acabaron los pelinos pegaos . También el pelo fosco y con electricidad de cuando te lo lavas y no usas acondicionador. Ahora tengo lo que se llama un pelazo, antonias.
http://www.moroccanoil.com/usa/h_us_en/moroccanoilr-treatment-210
(bueno, lo de la melena sigue siendo una posibilidad aún muy lejana… ¿o no?)