Pasar por la puerta de un edificio durante años. Mirarlo cuando llegas de trabajar, cansada. Desear descansar allí dentro. Enamorarte de él. Y decidir dejarlo todo por hacerlo tuyo. Reformarlo entero. Invertirlo todo. Y verlo nuevo. Y que otros descansen en él. Que a otros les inspire lo que te inspiró a ti.
Es la historia de amor entre Pilar Guillén y La Torre Box Art Hotel, su hotel boutique en Collado Mediano, en plena Sierra de Madrid.
Pilar, ¿como surgió la idea de comprar el edificio en el que hiciste La Torre Box Art?
Mi trabajo como asesora-abogada ha ocupado una etapa de mi vida larga, más de 20 años, de la que me siento satisfecha, pero llegó un momento en que me parecía poco emocionante, poco creativa y empecé a pensar en desarrollar este nuevo proyecto. Ya hacía tiempo que compartía con mi marido el sueño de poner en marcha un proyecto hotelero.
Estuvimos barajando diferentes opciones y la que más nos encajó fue la actual ubicación del hotel, tanto por la belleza del inmueble como por una razón sentimental de peso: encontrarse en mi pueblo. Era fantástico podría desarrollar mi proyecto en un palacete lleno de encanto y además llevarlo a cabo en mi pueblo, Collado Mediano.
¿Desde cuándo te enamoraba esa torre?
Desde hace muchos años. Recuerdo cuando pasaba con la ruta del colegio camino de San Lorenzo de El Escorial y allí, estaba majestuosa, llena de misterio, leyendas y belleza pero terriblemente abandona. Daba pena como día a día se iba deteriorando y nadie se ocupaba de ella. Parecía un sueño casi inalcanzable pero un día el destino nos abrió sus puertas y aprovechamos la oportunidad.
¿Que dificultades encontraste en el camino?
La puesta en marcha del proyecto fue muy compleja, se trataba de un edificio abandonado desde hacía unos 30 años, en una situación de «casi ruina». Queríamos ante todo preservar el identidad del edificio y a su vez dotarle de unas características que lo convirtieran en un edificio singular. Fue un reto su reconstrucción y el diseño de sus interiores.
Las obras se alargaron muchísimo, dos años y medio. No ha sido nada fácil, llegamos en un momento complicado, las ayudas inexistentes, el acceso al crédito era casi imposible, ya se sabe que en esto de las obras 2+2 son 8. Pero sobrevivimos y aquí estamos llenos de ilusión por sacar adelante nuestro proyecto.
¿Te dio miedo dejar tu trabajo para embarcarte en una aventura completamente desconocida?
Miedo… no; respeto sí, pero la ilusión mueve montañas y además estoy rodeada de un equipo (pequeño) pero muy valioso que entiende y comparte este proyecto. El día a día te va enseñando, te hace mejorar. Creo que todos podemos aprender de todo, lo importante es la actitud, la forma de encarar los nuevos retos y sobre todo procurar hacerlo con la máxima responsabilidad, esfuerzo y calidad.
Lo que he vivido y me ha dado mi profesión como abogada siempre estará ahí, como soy y como me desenvuelvo y lo que ofrezco en esta nueva etapa no sería igual sin aquello, nada es estanco. Lo mejor: disfrutar y enriquecerse al máximo con cada una de las etapas que vivimos.
¿Qué es lo mejor de tu trabajo en La Torre?
Sin duda… el trato con nuestros huéspedes. Ha pasado gente maravillosa por el hotel de las que guardamos un grato y cariñoso recuerdo.
Desde un primer momento queríamos algo más que vender habitaciones, queríamos ofrecer un lugar singular, nuestro hotel es también una galería de arte, hemos apostado por una reforma vanguardista y sobre todo queríamos ofrecer un trato cercano y exquisito al cliente, cuando recibes un guiño, una muestra de cariño, o un «os deseamos lo mejor porque os lo merecéis», te llena de satisfacción y orgullo y te vas a la cama reventada de cansancio pero llena de alegría.
Por Noelia Jiménez.